´leyenda negra de seguidora de Cristo

La mujer, la primera persona que vio a Jesucristo resucitado, fue tildada de
pecadora y adúltera por la Iglesia Católica durante siglos.

El rostro de María Magdalena es el de Barbara Hershey en La última tentación
de Cristo, el de Mónica Bellucci en La pasión de Cristo o el de Rooney Mara en la
película homónima de Garth Davis estrenada hace dos años. Incluso el de Carmen
Sevilla en el mítico Rey de Reyes. Son estas algunas de las actrices que han dado
vida en el cine a la mujer que fue discípula de Jesucristo y testigo de su
resurrección, según los evangelios canónicos, un personaje religioso de mil
percepciones, cuya imagen ha sufrido una transformación de ciento ochenta grados
a lo largo de la historia: de prostituta a santa.

La Iglesia Católica la tachó de adúltera y penitente durante siglos: «Aquella a quien
el evangelista Lucas llama la mujer pecadora es la María de la cual son expulsados
los siete demonios, y qué significan esos siete demonios, si no todos los vicios»,
proclamó el papa Gregorio Magno en el año 591, señalando sus pecados sin
ambages. Pero desde 2016 y a petición del pontífice actual, Francisco, es santa
María Magdalena, cuya fiesta litúrgica se celebra el 22 de julio. También ha pasado
a ser considerada como apostola apostolurum, «la apóstol de los apóstoles».
Así lo acordó la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los
Sacramentos. Un reconocimiento con el que se buscaba «ensalzar la importancia de
esta mujer que mostró un gran amor a Cristo y que fue tan amada por Cristo, y para
resaltar la especial misión de esta mujer, ejemplo y modelo para toda mujer en la

Iglesia». Desde el propio Vaticano se emprendió la campaña de difamación y desde
allí mismo se ha tratado de recomponer su imagen.

María la de Magda la, un pequeño pueblo situado junto al lago de Galilea
convertido en la actualidad en un yacimiento arqueológico de más de 2.000 años
de antigüedad, aparece mencionada en los textos bíblicos como discípula de Jesús
de Nazaret y librada de un pasado oscuro, que se ha asociado con su supuesta
condición de meretriz. Según el Evangelio de Lucas, a Jesucristo «le acompañaban
los doce [apóstoles] y algunas mujeres que habían sido curadas de enfermedades y
espíritus malignos: María, llamada Magdalena, de la cual habían salido siete
demonios (…)».

En 2018, la investigadora Jennifer Ristine, directora del Instituto Magdalena
(Israel), publicó un libro en el que sugirió nuevas hipótesis sobre la procedencia de
esta relevante figura bíblica. Basándose en hallazgos arqueológicos conducidos en
Magdala, concluyó que la mujer «procedía de una ciudad judía rica» y que por
tanto podía comulgar con «las inscripciones sagradas y los versos de la Biblia, que
mencionan que cuida a Jesús con sus propios recursos». En este sentido, no habría
sido una prostituta sino una mujer acaudalada.

Pero esta versión negativa permanecería enraizada hasta mediados del siglo XX.
Algunos autores antiguos la asociaron con «Miriam Megaddlela» o Miriam con el
cabello trenzado, según se menciona en el Talmud (siglo II), título que se refiere a
una mujer que arreglaba el cabello, es decir, alguien con una ocupación laboral
de mala reputación. De nada pareció servir que María Magdalena fuese la
descubridora de la sepultura abierta de Jesucristo y la primera en verle resucitado
con sus propios ojos.

En otros evangelios apócrifos aparece Pedro, el hombre sobre el que Cristo dijo
que iba a edificar la Iglesia, como el gran némesis de María Magdalena. «Que
María salga de entre nosotros, pues las mujeres no son dignas de la vida», dijo el
considerado como primer papa, según el Evangelio de Tomás. En otro texto

conocido como el Evangelio de María, redactado en torno al siglo II, el apóstol
también se rebela contra la discípula: «¿Habría Jesús hablado en privado con una
mujer en lugar de abiertamente con nosotros? ¿Él la prefería a nosotros?».

Esa imagen nociva fue perpetuada por la historia del arte, que encontraron en ella
un motivo para los lienzos. La María Magdalena de Tiziano es «una prostituta
penitente, una mujer con un pasado oscuro». Según la descripción de esta obra,
expuesta en el Palacio Pitti, en Florencia, el pintor italiano, para ahondar en esa
idea de fémina pecadora, «pudo haber utilizado a una cortesana veneciana
como modelo, ya que había muchas en el siglo XVI que, habiéndose arrepentido y
convertido, podrían usar la famosa pintura de Tiziano como su propio ejemplo». El
mismo significado que desprende la escultura en madera de otro
renacentista, Donatello, encargada para decorar el baptisterio de Florencia.

En el Barroco, Caravaggio también pintó su particular Magdalena penitente,
conservada en la galería del Palacio Doria, que «representa a la pecadora que acaba
de negar la vida social pasada, dejando un collar de perlas y joyas en el suelo junto
con el frasco de ungüento, su atributo característico». Ese objeto es el que
contenía el perfume que la mujer derramó en la cabeza de Jesús en su
primer encuentro, y de donde brota su fama de pecadora —la Iglesia de Occidente
asegura que esta María, la de Magdala y la de Betania, hermana de Lázaro, son la
misma mujer, mientras que la de Oriente las diferencia—. 
Esta es la breve historia de María Magdalena, la mujer que lloró en los pies de
Jesucristo, lo vio resucitar y fue tachada de prostituta. A pesar de haber poca
información en la Biblia cada vez se hace más investigación en Magdala, su
pueblo natal.

Artemisa Gentileschi, considerada como la primera pintora
feminista, se sumó a la corriente pictórica que veía a María
Magdalena como el modelo ideal de búsqueda de la virtud y renuncia
de los placeres terrenales: La conversión de la Magdalena retrata a
una mujer joven, con el pelo salvaje y envuelta en un vestido
amarillo, al lado de un espejo grabado con el lema Optimam partem
elegit —»has elegido la mejor parte»—; es decir, la virtud.
Desde que fue recuperada por una corriente feminista
norteamericana a mediados del siglo pasado, la figura de María
Magdalena ha suscitado la atención de las obras de ficción. Ya no
solo en el cine, donde esa última versión de Garth Davis la ha
dibujado como una mujer empoderada, la apóstol de Jesucristo; sino
también en la literatura: en el polémico El código da Vinci se
convierte en la esposa de Jesucristo, la iniciadora de su estirpe
y, por tanto, el Santo Grial. También hay distintas teorías sobre si es
la autora del cuarto Evangelio, el de Juan, o si es un personaje de la
Última cena de Leonardo da Vinci. Son las infinitas imágenes de
María Magdalena, la prostituta santa.

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