Konaté Hernández

Cancún, Quintana Roo.– Buscar la felicidad eterna se encuentra en lo sagrado, vivir los Sacramentos, en la gracia y en dejarse guiar por los valores humanos y cristianos en familia, recomendó a la juventud, el padre Rodrigo Herrera Morales, Vicario de Catedral Santa Cruz y Santísima Trinidad en Cancún.

Vivir en comunión, en gracia, ayuda a encontrar paz espiritual y evitar dejarse llevar por las ideologías que hoy confunde y lleva a los jóvenes a la perdición, precisó.

Regresar a Dios alegres, discernir la vocación, y cuestionarse, -¿dónde me veo en 10 años trabajando, formando una familia, entrando al seminario; qué les gustaría y quieren ser?–, buscar la santidad, -Señor, ¿qué quieres de mí?–. Como diría San Juan Pablo II, “si sois lo que deberéis ser, prenderéis fuego al mundo (sic)”, es dar testimonio de la vocación en cualquier trinchera: como sacerdotes, diáconos, matrimonios, religiosos. Es volver a lo esencial, experimentar la felicidad y evitar los placeres, alcohol, droga, sexo, libertinaje, etc, continuó.

El padre Rodrigo Herrera Morales, nació un 18 de febrero de 1994, en Mérida, Yucatán, segundo de 4 hermanos: Eduardo, Adriana y Mónica; sus padres doña Perla Rubí Morales y don Ariel Herrera Díaz. El 21 de noviembre de 2021, con Carlos Manuel Anaya Mejía+, Jonathan Pinzón Yam y Hugo Estanislao Ormaeche Panduro, recibe la ordenación diaconal y un 23 de diciembre de 2022, son ordenados sacerdotes en ambos casos de manos de Monseñor Pedro Pablo Elizondo Cárdenas en la Catedral de Cancún. Son la primera generación de Teología del Seminario San Rafael Guízar y Valencia y Nuestra Señora de Guadalupe.

De sus padres recibió formación desde niño. Experimentó la inquietud a la vocación que Dios sembró en su corazón, a la edad de 3 o 4 años, cuando solía decir a sus abuelitos –quiero tener 100 hijos–, sin saber que, serían hijos espirituales. Su inquietud se incrementó, al ver en el sacerdote la presencia real de Cristo, en las especies del pan y del vino, en Misa dominical, durante su Primera Comunión. Fue un llamado crucial, fuerte.

Invitado ir de misiones a una comunidad de Kantunilkin, palpó la fe de la gente, su participación, fervor con que hacían las oraciones. Una señora le dijo –oiga misionero, ¿puede hacer una oración, por el fallecimiento de un familiar?–, explicándole -el padre llega el fin de semana a bendecir–. Esto cuando participaba en el grupo de Encuentros, Convicciones y Decisiones (Ecyd), durante Semana Santa de 2009, recuerda ver al sacerdote bautizar, celebrar Misa, confesar, bendecir, dar los Sacramentos, ver la sed y necesidad de Dios en la gente.

A su familia, le dijo, -siento que Dios me llama, no sé a qué, pero siento la necesidad de responder al llamado–. El padre Alejandro Gómez lo orientó y un 24 de julio de 2009 ingresó al Pre Seminario, Centro Estudiantil Interlomas en Ciudad de México, con la Legión de Cristo, donde estudió primero y segundo de preparatoria, luego regresó a Cancún a cursar tercer año de preparatoria y discernir si persistía la inquietud a una vida más sacerdotal. En ese inter, entre abril y julio, surge la tentación, extrañaba a su familia, amigos, a su novia, aunque solo tenían tres meses, estaba enamorado de ella, además quería ser jugador profesional de futbol en las fuerzas básicas del Atlante, con el objetivo de ser profesional. Tentaciones que enfrentó y preguntó, –Señor ¿Qué hago, dejo todo y sigo mis planes, proyectos personales?– , era un conflicto interno. Su promotor vocacional, le dijo –prueba un año, si no funciona, regresas y continúas tu vida normal.–

En 2012 estudió el Curso Introductorio en el Seminario de Calkini, Camp., y tres años de Filosofía en el Seminario de San José en Campeche. En 2016 inició el Seminario en Cancún y regresó a estudiar cuatro años de Teología. Una experiencia inolvidable, al iniciar de cero, pues carecían de muchas cosas, fue una gracia muy especial concedida por Dios, al ser parte de la primera generación, autoformarse, carecer de todo, poner de lo suyo, responder al llamado, chapear, crecer, madurar.

Siendo seminarista, recibe la encomienda de hacerse cargo de la Pastoral de Comunicación, en un año complicado, con el confinamiento a causa del Sars CoV–2, en marzo 2020, un tiempo de crisis, incertidumbre al exponenciarse un cambio de mentalidad, en las redes sociales, cuando se paso de lo presencial a lo digital.

Experimentar una vida fuera del Seminario, en parroquia, comunidad, vivir su propio tiempo de oración, cuidar su alimentación, tiempo libre y al mismo tiempo cuidar la pastoral de comunicación y estar en sintonía, ser prudente al compartir mensajes, comunicados, hacer enlaces, le costó adaptarse a este nuevo estilo de vida. Al concluir su tiempo de servicio, se trasladó a Chetumal, Felipe Carrillo Puerto, José María Morelos y Dziuche, en apoyo de la Pastoral Vocacional, con el compromiso de promover, contagiar y compartir lo que Dios le dio, en campamentos juveniles, convivencias vocacionales, colegios.

Le agrada entrar a los corazones, lo más sagrado de la persona: su conciencia, fragilidad, hablar en Nombre de Dios In Persona Christi, orientar, perdonar en nombre de Cristo, una gracia del Señor, porque ahí uno ve, la fragilidad del hombre y el poder de Dios que cambia el corazón arrepentido, cura, sana a la persona enferma, necesitada a través del instrumento del sacerdocio. La experiencia más agradable bendecir a sus padres como diácono y casar a su hermano mayor, concluyó el padre Rodrigo Herrera Morales.

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