Autor:P.Juan Carlos Vásconez

Si ya eres capaz de leer estas letras, estarás de acuerdo conmigo que en
la vida es muy común tener como compañero de camino al sufrimiento.
A veces, son cosas pequeñas que nos contrarían, dolores del cuerpo o
del alma, ante una caída o ante una decepción. Otras veces son dolores
que podríamos decir que son sordos, porque nos anulan, se sienten
como una fuerte presión en el pecho que no se quiere ir.

En ocasiones, somos nosotros mismos los que nos las provocamos
tomando malas decisiones, en otros momentos tienen un origen externo.
Si Dios ha dispuesto que esto sea así, es porque tiene algún sentido, nos
debe servir, siguiendo la idea de la Carta a los Romanos: sabemos que
Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman.

Sabías que cuando entramos en la dinámica de la cruz, todos los
sufrimientos, incluso los pequeños (cualquier cosa que contraría y
genera un dolor), no se pierden, sino que: ¡tienen valor corredentor!

La ciencia de la cruz
Es el mismo Cristo que nos deja claro que seguirle implica no huir del
dolor: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su
cruz cada día y sígame (Lc 9, 23).

La cruz es el libro vivo, del que aprendemos definitivamente quienes
somos y como debemos actuar.

Santa Teresa Benedicta de la Cruz, más conocida como Edith Stein,
escribió “Ciencia de la Cruz”, explicando que el fin de la vida del hombre
es la unión con Dios. La santa promueve buscar las propias
mortificaciones, y recomienda: inclinarse siempre a lo más desabrido, a
lo más dificultoso, a lo más trabajoso” como forma de lograr esta unión.

Si bien es cierto que algunas almas están llamadas a esta forma más
radical de buscar la cruz, no podemos desentendernos de las palabras
de Cristo. Tal vez, para los laicos en medio del mundo, estas palabras de
San Josemaría sean más cercanas:

No serás mortificado, si eres susceptible, si estás pendiente solamente
de tus egoísmos, si avasallas a los otros, si no sabes privarte de lo
superfluo y, a veces, de lo necesario; si te entristeces, cuando las cosas
no salen según las habías previsto. En cambio, eres mortificado si sabes
hacerte todo para todos, para ganar a todos.

Dolor y sufrimiento necesario para la madurez
Pero, y el sufrimiento, ¿cómo se santifica? Ese dolor fuerte que se produce
por la muerte de alguien cercano, o por la propia enfermedad, o al ver
sufrir a los que amamos. ¿Cómo podemos encausarlo? Lo intenta
resumir esta meditación.

VIENE EN NUESTRA AYUDA EL CARDENAL RATZINGER:
Una visión del mundo que no puede dar un sentido también al dolor y
convertirlo en algo valioso, no sirve para nada: fracasa precisamente ahí
donde aparece la cuestión decisiva de la existencia.

Quienes, acerca del dolor, solamente saben decir que hay que
combatirlo, nos engañan. Ciertamente, hay que hacer todo lo posible
para aliviar el dolor de tantos inocentes y para limitar el sufrimiento.
Pero una vida humana sin dolor no existe; y quien no es capaz de
aceptar el dolor se sustrae a las únicas purificaciones que nos hacen
maduros.

El sufrimiento nos ayuda a madurar, a ser pacientes y llevar las cosas
por un amor más grande, a purificarnos. El punto centra de esta ciencia
está en encontrar en nuestros dolores la compañía de Cristo sufriente.

Un gran poeta francés, convertido en su juventud, Paul Claudel, escribía:
“El Hijo de Dios no vino a destruir el sufrimiento, sino a sufrir con nosotros.
No vino a destruir la cruz, sino a tenderse sobre ella. Nos ha enseñado el
camino para salir del dolor y la posibilidad de su transformación”.

Nadie es digno de misericordia, todos la recibimos completamente
gratis. Cuando somos misericordiosos nos parecemos cada vez más a
Jesús, nos preparamos para ganar el cielo. Como nos explica esta
meditación.

Aceptar la cruz acudiendo a la gracia divina nos lleva a depender cada
vez más de Dios; además, que se encuentran las reservas de fortaleza,
confianza y obediencia que sabemos perfectamente que no vienen de
nosotros mismos, sino de un Dios que es bondadoso y misericordioso.

En lugar de centrar la atención en los padecimientos que nos toca llevar,
nos sentimos inspirados a ser comprensivos y compasivos con otras
personas, aunque también se sufran dolores, padecimientos y
dificultades. En resumen, poco a poco se van adoptando las actitudes
del propio Jesús.

Ayudar a los que sufren
Jesús quiere que estemos cerca de los que sufren, que los
acompañemos. Ayudando a los que pasan necesidad, nos convertimos
para ellos en fuente y signo de esperanza. Hacer frente; juntos a los retos
de la vida; estar preocupados unos por otros y permanecer unidos en la
lucha por alcanzar las metas de la vida.

Estamos seguro de que estamos llamados a ayudar a los que sufren
porque San Mateo nos lo narra hablando del Juicio Final haciendo
alusión a los que han vivido estas obras:

«Vengan, benditos de mi Padre; tomen posesión del Reino preparado
para ustedes desde la creación del mundo; porque estuve hambriento y
me disteis de comer, sediento y me disteis de beber, era forastero y me
hospedasteis, estuve desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis,
encarcelado y fuisteis a verme»

Hay que estar atentos porque muchas veces los que sufren están a
nuestro lado. Por ejemplo, las enfermedades mentales están muy
presentes y no se notan. O la soledad es la compañera de varios que
tienen sus perfiles de Instagram llenos de supuesta felicidad. O la
angustia existencial de no encontrar sentido a la vida.

Vivir las obras de misericordia espirituales y materiales nos llevan a
olvidarnos de nuestro propio sufrimiento para enfocarnos a los demás.
San Juan Pablo II afirma que aquellos que sufren son protagonistas
privilegiados del Evangelio del Dolor, que Jesucristo en persona comenzó
a escribir con su propio dolor.

Cada persona que sufre trae este Evangelio a la vida con su propio
dolor personal. Es un Evangelio vivo, que nunca terminaremos de
escribir, y que verdaderamente nos capacita para reconocer a Dios
mismo en cada uno de los que sufren.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

error: Contenido Protegido