¿Sabías que la rosa de Navidad en realidad no es una rosa? Aquí te explicamos su significado.
El Adviento y la Navidad han cautivado la imaginación de innumerables generaciones.
Parte de esa fascinación radica en la abundancia de símbolos, iconografía y decoraciones que se han entrelazado con estas celebraciones.
Uno de esos símbolos, profundamente arraigado en el imaginario navideño, es la Helleborus niger, más conocida como la rosa de Navidad.
Nombrada por sus raíces negras, la rosa de Navidad pertenece en realidad a la familia de los ranúnculos, pero posee ciertas cualidades que le han permitido convertirse en un elemento destacado de los adornos navideños.
Sorprendentemente, tiene vínculos con la Sagrada Escritura y con leyendas populares que representan la esperanza y la alegría propias de esta época del año.
Una flor ideal para la temporada
Lo que distingue a la rosa de Navidad es que, como otros miembros del género helleborus, es una planta perenne. Esto significa que es una de las pocas flores capaces de florecer en los fríos inviernos del norte y centro de Europa.
Además, al ser perenne, sus pétalos blancos como la nieve aparecen regularmente en Navidad año tras año. Por ello, no es sorprendente que esta flor se asociara con el Adviento y la Navidad, convirtiéndose en un símbolo de la belleza de la creación que nos acompaña durante este tiempo de esperanza y expectativa.
Una conexión con la profecía de Isaías
Ningún otro libro del Antiguo Testamento anuncia la venida del Dios hecho hombre de manera tan completa y vívida como el profeta Isaías.
Una parte crucial de la profecía de Isaías es la presentación de la genealogía del Mesías venidero, cumpliendo así la predicción de que el Mesías provendría de la casa de David.
Isaías describe a los descendientes de David como un árbol genealógico que brota del tronco de Jesé, el padre de David, y menciona a la Virgen María como una rama “que brotará de sus raíces”.
El fruto de esta rama sería la flor más hermosa, nuestro Señor Jesucristo, una imagen inmortalizada en el villancico medieval «Lo, How a Rose E’er Blooming«, que nos invita a unirnos a Nuestra Señora para “contemplar” la rosa que Isaías tenía en mente.
Que la rosa de Navidad nos inspire a meditar en el glorioso desarrollo de la historia de la salvación.
Un pilar de las leyendas navideñas
La rosa de Navidad también ha sido parte de diversas leyendas y fábulas navideñas.
Una de estas historias cuenta sobre una joven pastora de Belén que, al ver a los Reyes Magos ofrecer regalos al Niño Jesús, quiso llevar un obsequio propio, pero se desesperó al no tener nada que ofrecer.
Cuando sus lágrimas tocaron el suelo, brotó un arbusto de flores blancas, dándole a la pastora el regalo perfecto para el Niño Dios.
Esta leyenda también se relaciona con una historia escrita por Selma Lagerlöf, destacada escritora sueca y la primera mujer en ganar el Premio Nobel de Literatura.
El aspecto más importante de la rosa de Navidad y el papel que ha desempeñado en las tradiciones de la Natividad es su representación de la esperanza que floreció hace más de 2000 años.
En su infinita misericordia y caridad, Dios envió a su único Hijo para hacerse carne y redimirnos a través de su muerte y resurrección.
Que la rosa de Navidad y los otros símbolos que atesoramos durante este invierno sombrío nos permitan adentrarnos aún más profundamente en este gozoso misterio.
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