Norma de Socorro Álvarez Ledesma

Para la Pontificia Comisión para América Latina, es indispensable el compromiso de los laicos en la vida pública de los países hispnoamericanos.  

Es necesario rehabilitar la dignidad de la política, ordenada al bien común y no a la idolatría del poder, dinero y ensuciada por altos niveles de corrupción en la que los intereses individuales y corporativos tienden a prevalecer. 

Es necesario educar en una mirada cristiana sobre toda la realidad, para que surjan auténticas vocaciones políticas de los laicos en todos los ámbitos de la vida pública. 

Importante es dar testimonio con la vida, familia y dar vida con gozo y fuente de felicidad atraídos con solidez y alegres a familias unidas que quieren y se ocupan de los demás, en el ambiente donde suenan las risas de los niños y se quiere y cuida a los mayores, todos pueden ser testigos de que la vida merece la pena. 

Todos pueden echar una mano a alguna de las asociaciones que cuidan de la vida y la mujer embarazada, con su dinero, tiempo, la prestación de un servicio voluntario, etc., y ayudar a crear una urdimbre social de respeto y compromiso con la vida. Es la hora de la responsabilidad. No basta quejarse de lo que otros –los políticos, por ejemplo- no hacen; hay que ponerse manos a la obra. Existe un “poder de los sin poder” que puede hacer revoluciones: cuando muchas personas aparentemente irrelevantes se ponen en la vida ordinaria y por todos los rincones a hacer algo bueno, pueden transformar el mundo si tienen convicciones claras y son tenaces.  

Todos pueden y deben remover los corazones y las conciencias de los más cercanos, generar ondas como las que crea la piedra arrojada al lago. Si así lo hacen todos, -sin obsesionarse por los resultados inmediatos– se irá preparando una verdadera revolución cultural, que esta época necesita en materia de defensa de la vida. 

Es preciso alistarse en el gran número de defensores de la vida, reconocer que el aborto, en sus diversas modalidades (clonación, fecundación in vitro, investigación, anticonceptivos…), es siempre un asesinato de un ser humano y que nunca se puede aceptar moralmente. Una cosa es que sea legal y otra muy distinta que sea ético y moral. 

Las justas batallas han de reñirse con esfuerzo por conseguir la victoria, aun cuando no se tenga seguridad del éxito, pero siempre confiando en Dios, que solo Él sabe cuál será el resultado. 

Toca a la ciudadanía común asumir la responsabilidad de trabajar a largo plazo por la vida y la familia, sin obsesionarse por resultados inmediatos, sino ocuparse de iniciar procesos más que de poseer espacios. Se trata de privilegiar las acciones que generan dinamismos nuevos en la sociedad e involucrar a personas y grupos que las desarrollarán, hasta que fructifiquen en importantes acontecimientos históricos. Biblioteca Digital: http://capacitate.frentenacional.mx/biblioteca/

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