Protect new life as a group of people holding a newborn child 3D illustration style.

Norma del Socorro.Alvsrez Ledesma

Ciudad de Mexico.— Hemos repasado como la “cultura de la muerte” es un dragón de múltiples cabezas y que el aborto, la eutanasia, el suicidio asistido, la destrucción de embriones humanos y el ataque contra el matrimonio y la familia son todos síntomas de una anomalía común: el rechazo de la dignidad de la vida de todo ser humano.

Por el contrario, la cultura de la vida es la expresión viva de una sociedad que valora la vida humana, que respeta la dignidad intrínseca de la persona humana y que protege los derechos inalienables de todos los seres humanos en todas las etapas de su vida, desde la concepción hasta la muerte natural.

Tenemos que vencer el mal con abundancia del bien. No se podrá poner fin a la “cultura de la muerte” sin cambiar primero la cultura.

Necesitamos que la cultura esté a favor de la vida.

Ser provida tiene que ver con la promoción de la “cultura de la vida”.

La cultura de la vida debería estar presente en el arte, la música, la literatura, en las instituciones educativas y los medios de comunicación. En las actitudes y costumbres de los ciudadanos. En las leyes y en las políticas públicas

Construir una cultura de la vida es mucho más que tener los mejores argumentos; requiere una auténtica transformación de los corazones y de las mentes a favor de la vida.

¡La cultura de la vida es responsabilidad de todos!

Para favorecer tu formación en la Cultura de la Vida te invitamos a que leas el discurso:

Construyendo una sociedad amable con la vida. Discurso de Benigno Blanco, presidente del Foro de la Familia, España, noviembre 2014.

Los grandes dilemas que afectan a la familia y la vida son hoy en las sociedades occidentales expresión de una crisis de civilización que está más allá de la política y las leyes.

A todos nos toca afrontar el reto de regenerar nuestra sociedad desde abajo, desde lo más ordinario de la vida diaria donde nos codeamos con el resto de nuestros conciudadanos, sin limitarnos a pedir a los gobernantes y políticos que nos arreglen ellos los problemas pues éstos, en gran medida, ya están más allá de la política pues son problemas que hunden sus raíces en una cosmovisión equivocada que ha renunciado a las claves humanistas de Occidente y el cristianismo.

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