Cancún, Quintana Roo, 22 de febrero de 2021.

“Antes de haberte formado en el seno materno te conocía, y antes que nacieses te tenia consagrado” (Jer. 1,5).

A mis hermanos católicos de Quintana Roo.

En estos momentos de reflexión ante la propuesta de reformar la Constitución de nuestro Estado sobre el primer derecho fundamental de toda vida humana, quisiera recordar con ustedes la Doctrina de la Iglesia Católica en referencia a este importante asunto.

  1. La vida de todo ser humano es sagrada, es un don de Dios y por tanto solo a Él le corresponde la decisión de darla o tomarla. La vida humana debe ser respetada y protegida de manera absoluta desde el momento de la concepción. Desde el primer momento de su existencia, el ser humano debe ver reconocidos sus derechos de persona, entre los cuales está el derecho inviolable de todo ser inocente a la vida (Catecismo de la Iglesia Católica 2270). Desde el siglo primero, la Iglesia ha afirmado la malicia moral de todo aborto provocado y esta enseñanza no ha cambiado (Catecismo de la Iglesia Católica 2271). La Iglesia sanciona con pena canónica de excomunión este delito contra la vida humana. Con esta sanción la Iglesia no pretende restringir el ámbito de la misericordia; lo que hace es manifestar la gravedad del crimen cometido, el daño irreparable causado al inocente a quien se le da muerte, a sus padres y a toda la sociedad (Catecismo de la Iglesia Católica 2272).
  2. El derecho a la vida, desde el momento de la concepción, reconocido científicamente como ser humano en la Declaración de los Derechos Humanos Internacionales, no es una norma, regla o decisión de la Iglesia. El derecho a la vida es derecho natural.
  3. Se habla mucho del aborto, pero no se quiere afrontar el problema del mal uso de la sexualidad, de la promiscuidad y del hedonismo que arrastra a tantos jóvenes a  una vida de libertinaje y de inmoralidad, de la que después no quieren hacerse responsables. Abortar es un acto terrible, doloroso y traumático. Las mujeres que abortan cargan toda su vida con el enorme peso de la decisión que tomaron, que frecuentemente las lleva a la tristeza y a la depresión. Una situación que solo la misericordia de Dios les puede devolver la paz y la confianza. Y muchas veces, aunque Dios las perdone, ellas no son capaces de perdonarse a sí mismas.
  4. Ningún científico serio niega que el ovulo, desde el momento de la fecundación, posee en sus 46 cromosomas toda la información que le permitirá ser una persona plena con toda la dignidad y derechos que cualquier otro ser humano; solo le faltará tiempo y crecimiento para nacer. La única diferencia en el proceso a su pleno desarrollo es el tiempo. La vida empieza desde el mismo momento de la concepción. Con 18 días a partir de la fecundación, ya se puede detectar la actividad cardiaca y a los 28 días, se puede escuchar el latido del corazón por ultrasonido y poco tiempo después se puede registrar actividad cerebral en él. Lo fecundado es un nuevo ser vivo, es una persona totalmente distinta del cuerpo de la madre y del padre, capaz de autorregularse, crecer, eliminar sus propias células muertas y tener su propio tipo de sangre.
    1. Cuando el amor humano es pleno, total, fiel, fecundo y exclusivo  hasta  la muerte, el aborto nunca podrá ser una opción. Una nueva vida concebida es motivo siempre de gran alegría y agradecimiento a Aquel que la ha permitido y responsabilidad para quienes la han recibido. Un hijo es un don de Dios.
  5. No permitamos que se degrade la moralidad de nuestros pueblos; no aceptemos que se introduzcan legalmente prácticas contrarias a la ley natural y divina. Trabajemos por lograr una cultura de la Vida y de respeto de la dignidad de la persona. “Cristo vino al mundo para darnos vida y vida en abundancia” (Jn. 10,10) Todo esto lo ponemos en las manos benditas y orantes de la Santísima Virgen de Guadalupe, ella que se apareció a los mexicanos trayéndonos a Jesús en su vientre bendito.

¡Queridos hermanos Quintanarroenses pongamos nuestra fe en la Vida! ¡Sigamos defendiendo a los más inocentes!

Su hermano y pastor.

Mons. Pedro Pablo Elizondo Cárdenas, L.C. Obispo de la Diócesis de Cancún-Chetumal

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