Por Silvia del Valle

Actualmente, la sociedad nos invita a quedarnos en el yo, es decir, a buscar solo
nuestro bien, nuestra comodidad y olvidarnos de las complicaciones que implica el
estar en salida, el ir hacia el otro para ayudarle y darle un poco de nosotros mismos.

Nuestras familias también se contagian de esta tendencia y muchas veces solo
buscamos quedarnos en casa, sin complicarnos mucho, aunque esto implique que nos
volvamos un poco antisociales.

En otros casos, lo que buscamos más bien es proteger a nuestros hijos de estas
ideologías, pero nos olvidamos que nuestro testimonio en la sociedad puede ser luz
para otras familias que se encuentran más confundidas o que se sienten perdidas en la
vida cotidiana.

Es por esto que debemos ser valientes y buscar ser una familia en salida misionera y
así tratar de ayudar a otras familias para caminar juntas por el camino que lleva a la
salvación, por eso aquí te dejo mis 5Tips para lograrlo.

PRIMERO. Una buena comunicación es básica.
Nadie da lo que no tiene, por eso debemos saber comunicar correctamente lo que
pensamos y sentimos, primero con nuestra familia y después con las otras familias y
con la sociedad. A esto se le llama dar testimonio.

Es necesario establecer canales claros de comunicación entre cada uno de los
miembros de nuestra familia para que exista confianza y podamos establecer un estilo
de vida familiar, que será lo que comuniquemos a los demás después.
Esta comunicación debe ser personal, abierta, oportuna, empática y siempre buscando
el bien mayor para todos.

Mamá y papá debemos estar siempre dispuestos y abiertos a escuchar a los hijos, sus
gritos, preocupaciones, sentimientos y emociones para poder ayudarles de forma
oportuna y adecuada.
Una buena comunicación puede hacer la diferencia en la vida de nuestros hijos y esto
es lo que les dará la seguridad para buscar dar testimonio con los demás.

SEGUNDO. La generosidad debe ser un valor familiar.
Un corazón generoso solo puede pensar en darse a los demás, es así que debemos
educar a nuestros hijos para que no tengan miedo de compartir lo que tienen, ya sea
material o sus talentos, con los que menos tienen o los que más necesitan de su ayuda
y comprensión.

La generosidad se alimenta del amor de Dios y por lo mismo debemos buscar
compartirlo con los que no lo pueden sentir.

Y siempre es mejor que la generosidad sea un estilo de vida familiar para que se pueda
dar testimonio de ella.

TERCERO. Que todos, como familia, se den cuenta de todo lo bueno que tienen.
Y es que solo el que se sabe amado, bendecido y lleno puede estar dispuesto a darse
a los demás, a vaciarse para que los otros se puedan llenar de las bendiciones que
Dios le concede.

Este ejercicio es necesario hacerlo constantemente en nuestra familia ya que es muy
fácil que nuestros hijos se sientan merecedores de lo que les vamos dando con gran
esfuerzo y con la ayuda de Dios, pero si los enseñamos a ser agradecidos, a darse
cuenta de que todo lo que tenemos es pura gracia y don de Dios, entonces estarán
dispuestos a compartir todo esto con los demás.

Solo un corazón agradecido puede darse por amor a los que lo necesitan, sin buscar
nada a cambio.

CUARTO. Hay que poner los talentos al servicio de los más necesitados.
Es muy bueno que nuestros hijos, desde pequeños, ubiquen que los talentos o dones
que Dios les ha dado no son para que se los queden ellos y nada más, sino que son
para que los hagan crecer y puedan beneficiar con ellos a los que los rodean.

Si cada uno pone sus talentos en favor de la familia, entonces tendremos una gran
diversidad de talentos de los que podremos echar mano para hacer la vida más bella y
sencilla a la vez.

Esto también lo podemos aplicar para con las otras familias, esas que nos rodean ya
sea en la escuela, en la parroquia, en el deporte o en la sociedad en general.

Que nuestro testimonio de amor y servicio sea tan grande que contagie a los que están
más alejados de Dios para acercarse y ver qué es lo que se necesita para vivir tan
alegre y libremente.

QUINTO. Trabajamos la empatía.
Para lograr salir de uno mismo es necesario sentir lo que el otro siente, sentir con el
otro: sus necesidades, angustias, alegrías y tristezas; de esta forma seremos capaces
de hacer un esfuerzo extra para salir de nuestra comodidad, de nuestra hermosa vida
familiar y buscar compartirla con los que no viven igual, con los que necesitan de
nosotros para seguir adelante y tomar mejores decisiones en sus propias vidas.

La empatía es una herramienta muy necesaria que se trabaja en nuestros hijos desde
muy pequeños haciéndoles conciencia de que no solo ellos necesitan cosas, no solo
ellos sienten dolor, no solo ellos están cansados sino que, quizá el de al lado está más
enfermo que ellos, quizá tiene menos comida que ellos y esto los tienen que
sensibilizar para que sean capaces de sentir lo que los demás sienten y se mueva su
corazón para ir al encuentro del otro y compartir todo lo que, por gracia de Dios, hay de
bueno en su corazón.

Si logramos que este estilo de vida sea de toda la familia podremos decir que somos
una familia misionera, porque llevamos el Amor de Dios a los que no lo conocen.

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