Por Silvia del Valle
En la actualidad vivimos un sinfín de ataques a la fe que nos pueden provocar
tambalear y emprender búsquedas espirituales individualistas que solo nos llevan
a más confusión y a engañosos mal intencionados que nos alejan más y más de
Dios.
Es importante que recordemos que la fe se nos fue dada por medio de la
comunidad eclesial pues ella nos hace partícipes de una familia, la familia
universal de Dios en la Iglesia Católica.
Y cada uno de nosotros tenemos una pequeña comunidad familiar que nos debe
encaminar al crecimiento en la fe y nos debe ayudar a caminar por la senda que
nos lleva a Dios.
Nosotros como papás debemos procurar que nuestra familia sea una pequeña
comunidad donde cada uno de los miembros se sientan acogidos, escuchados y
sobre todo muy amados por cada uno de nosotros y sobre todo por Dios, por eso
aquí te dejo mis 5 Tips para lograrlo.
PRIMERO. Que sean asiduos a la enseñanza.
Es muy importante que en familia vayamos conociendo los documentos que el
Papa y los Padres de la Iglesia nos dan ya que en ellos podemos encontrar
lineamientos claros para nuestra vida cotidiana y para vivir conforme al estilo de
vida de Jesús que debe ser e estilo de vida de un católico.
Debo decir que hay magisterio para todo, por eso no debemos temer en buscar lo
que vayamos necesitando. Para esto tenemos la fuente más confiable que es la
página del vaticano (www.vatican.va).
Y nunca debe faltar la lectura y estudio de la Biblia que es la Palabra de Dios y
que nos alimenta, tanto como la Sagrada Eucaristía, pero que es fuente de
Sabiduría y de vida eterna.
En ella podemos conocer el estilo de vida de Jesús y así poder amarlo y tratar de
imitarlo porque es el camino más seguro para llegar a Él.
Y si comenzamos a enseñarles todo esto a nuestros pequeños, verdaderamente
estaremos generando en ellos un estilo de vida que los marcará para toda la vida
y tendremos una familia que siempre está dispuesta a aprender más y más sobre
nuestra fe.
SEGUNDO. Que haya convivencia fraterna.
En nuestros tiempos, esto es cada vez más difícil ya que la vida cotidiana, el
tráfico y los diferentes compromisos nos hacen no tener tiempo para pasarlo en
familia, pero nosotros como papás debemos propiciarlos y defenderlos.
Mientras nuestros hijos son pequeños todo es más fácil, pero conforme crecen
nuestros hijos las cosas se van complicando ya que cada uno tienen sus tiempos
provocados por las tareas, trabajos y otras ocupaciones.
Puede ser que dejemos establecido que por lo menos se coma o cene juntos, que
el domingo sea el día familiar o que todos los días deben pasar por lo menos
media hora realizando una actividad familiar.
La medida es la creatividad de cada uno de nosotros y la disposición de nuestros
hijos a estar abiertos a la convivencia familiar.
No te desanimes si cuando sean adolescentes les cuesta más trabajo, esto es
normal por los procesos personales que se dan en esta etapa de la vida, pero
nosotros debemos mantenernos firmes en que exista una sana convivir familiar ya
que esto puede servirles de faro que alumbre su adolescencia y que les impida
perder el rumbo.
TERCERO. Que se frecuenten los sacramentos.
Es en la familia donde debemos enamorar a nuestros hijos de los sacramentos
para que los vean como un medio que les ayuda a ir por el camino que Jesús nos
marcó para llegar a el.
También debemos estar atentos a que nuestros hijos se vayan preparando en
tiempo, para cada uno de los sacramentos de iniciación cristiana, así que
debemos acercarnos a nuestra parroquia para conocer el procedimiento y los
requisitos de cada sacramento para estar listos como familia.
Una forma super eficaz para que nuestros hijos amen los sacramentos es que nos
vean a nosotros frecuentarlos de forma cotidiana ya que nuestras palabras les
convencen, pero nuestro ejemplo enamora y apuntala.
Si nuestros hijos ven que nosotros nos confesamos constantemente y
comulgamos lo más seguido posible, seguro que ellos buscarán imitarlo y si aún
no han hecho la primera comunión, desearán con todo su corazón hacerla lo antes
posible para poder recibir a Jesús.
Así como la palabra de Dios nos alimenta, el alimento para el alma por excelencia
es la Eucaristía, es lo que nos da fuerzas para seguir en el camino de santificación
por eso es súper necesario que la tengamos como principal alimento espiritual.
En nuestras manos está llevar a nuestros hijos desde pequeños a Misa, por lo
menos, cada domingo.
CUARTO. Que nunca falte la oración.
Es importante recordar que la oración es ese diálogo amoroso con Dios que nos
permite agradecerle, pedirle, compartir nuestras penas, pero también nuestras
alegrías y aun nuestros deseos, por lo que debemos enseñar a nuestros hijos a
orar.
Podemos empezar por las oraciones ya establecidas con fórmulas sencillas y poco
a poco dejar que ellos hagan su oración.
También es bueno que tengamos momentos de oración familiar y momentos de
oración personal así iremos creciendo juntos.
Existen muchos recursos para que nuestros hijos pequeños aprendan las
oraciones que van desde juegos hasta videos que podemos poner una y otra vez
hasta que logren aprender cada oración, pero no podemos dudar que la mejor
forma es con la escucha constante y con nuestro ejemplo.
Que no nos de pena que nos vean hacer oración, ya sea con los alimentos, al salir
en el carro, al comenzar nuestros trabajos o al terminarlos para agradecer todos
los favores recibidos en el día.
QUINTO. Que sean sal de la tierra y luz del mundo.
Dios nos ha llamado a ser sal, es decir a dar testimonio en las cosas pequeñas de
nuestra vida cotidiana y también a ser luz, es decir, a hacer extraordinario lo
ordinario y así iluminar a otros que apenas van descubriendo este estilo de vida, el
estilo de Jesús.
Así que debemos ser valientes y atrevernos a dar testimonio en medio del mundo
para que nuestro sencillo ejemplo de vida pueda ayudar a los demás, por lo
menos para que se den cuenta de que no estamos solos y que hay muchas
familias que vivimos así.
El secreto del éxito es dedicarle tiempo y establecer horas específicas para cada
una de estas actividades y así no permitiremos que la vida cotidiana nos lleve a su
ritmo y olvidemos lo principal, que es nuestra familia y que debemos ser una
comunidad de vida y amor, una pequeña comunidad de discípulos misioneros.