Por Silvia del Valle

Es una realidad que existen diferentes vocaciones y así es que tenemos distintas
profesiones y ocupaciones, pero también es una realidad que para el estado de
vida que vamos a tener durante nuestra vida también existen diferentes
vocaciones.

Este tema no es tan conocido o por lo menos no se trata mucho en las familias a
veces por temor y otras veces por desconocimiento, pero es muy bueno que
nosotros lo tengamos claro para poder transmitirlo a nuestros hijos y que
conozcan todas las opciones que tienen. 
Existe la vocación al matrimonio, a quedarse solteros, a ser sacerdotes o a la vida
consagrada y estos dos últimos estados de vida en muchas ocasiones se vuelven
un punto difícil de tratar en las familias. Por eso debemos conocer bien lo que es y
lo que implica cada uno de ellos para así tener claro a que nos comprometemos y
cuáles son las cosas que podemos vivir en ese estado de vida. 
Todos son hermosos y todos son necesarios, aunque tanto la vocación al
sacerdocio como a la vida consagrada requieren de una mayor donación de la
persona y de la familia a Dios, y de una respuesta generosa al llamado de Dios a
dedicarle la vida.  
Cuando esto sucede, la vida familiar cambia, a veces para bien y en otras
ocasiones se genera un rechazo a las personas que han sentido ese llamado a
consagrar su vida a Dios, pero debemos ver esto como un rasgo de Amor de Dios
y como familia debemos apoyar a nuestros hijos para que tomen el estado de vida
para el que Dios los ha pensado y llamado. 
Hoy platicaremos sobre la vida consagrada de manera particular, por eso aquí te
dejo mis 5Tips para apoyar a nuestros hijos que sienten ese llamado.

PRIMERO. Pensemos seriamente ¿Estamos dispuestos a apoyar a nuestros hijos
si sienten el llamado a la vida consagrada?
Es super necesario detenernos a reflexionar cómo reaccionaríamos si alguno de
nuestros hijos siente este llamado. 
En la teoría se dice fácil pero ya en la práctica ¿seremos verdaderamente capaces
de apoyarlos?
Es bueno que no lo perdamos de vista ya que este llamado es personal y no
depende de si somos más buenos o mejores que otros; o si servimos en la
parroquia o no, este llamado puede ser para cualquiera de nuestros hijos y
también puede darse en diferentes edades, es decir, algunos desde muy
pequeños lo experimentan y algunos otros ya habiendo terminado una carrera.

Tampoco depende de si nuestros hijos han tenido novio o novia, según sea el
caso, porque cuando Dios llama no hay nada más fuerte en la vida y todo lo que
se tiene se puede dejar de lado.
Si nuestros hijos están pequeños podemos prepararnos con oración y conociendo
en qué consiste este estado de vida, pero, sobre todo, tratando de ver cuál es la
voluntad de Dios para cada uno de ellos.
Es necesario pedir a Dios la virtud de la generosidad y la docilidad de corazón
para estar dispuestos a dedicarle a nuestro hijo con un corazón agradecido y lleno
de Amor de Dios.
Si nuestros hijos ya son grandes, nunca es tarde para hacer un acto de
consagración de nuestros hijos a Dios y ya Él sabrá si decide llamar a alguno a la
vida consagrada, a final de cuentas, nuestros hijos son don suyo y nosotros solo
estamos para guiarlos por el camino que los lleve al cielo, no nos pertenecen.

SEGUNDO. Que sepan que nos pueden contar sus cosas y consultar sus dudas.
En cuanto a nuestra actitud para con nuestros hijos es bueno que sepan que
siempre estamos para escucharlos, orientarlos, encauzarlos y, por qué no,
acompañarlos en este proceso de discernimiento vocacional. 
Es muy común que tengan muchas dudas y que su cabeza y corazón estén
hechos una maraña, pero en nuestras manos está el ser apoyo para ellos y no
piedra de tropiezo por cuestionarles todo y tratar de convencerlos de que ese
llamado no es real. 
Es cierto que, cuando nuestros hijos participan en algún grupo juvenil o sirven en
alguna Misa en la parroquia, pueden estar muy entusiasmados por conocer más y
más la vida consagrada, por eso es necesario que les ayudemos a madurar ese
llamado y discernir si verdaderamente es a la vida consagrada o solamente a
servir más de lleno en la parroquia y conocer mucho más a la Iglesia y llevar una
vida conforme a lo que Dios nos pide.
Pero que en nosotros tengan un apoyo y un canal abierto de comunicación
siempre para que puedan expresar sus dudas y reflexiones.  

TERCERO. Que nuestros hijos conozcan personas con este estado de vida y
convivan con ellas.
Es muy saludable que procuremos encuentros con las diferentes órdenes o
carismas para que nuestros hijos puedan ir definiendo poco a poco lo que más les
llena y les hace felices. 
No es lo mismo la vida consagrada que el sacerdocio, no es lo mismo ser religioso
que hermano, no es lo mismo ser monja de clausura que religiosa al servicio de
una escuela o de la curia diocesana. 

Mientras más convivencia tengan con personas que tengan este estado de vida,
más fácil será clarificar sus dudas y tener claridad en cómo y donde quieren
entregar su vida. 

En todas las órdenes religiosas y seminarios existe la posibilidad de realizar
experiencias vocacionales que les permite estar en contacto con el carisma y
estilo de vida de cada una.
El hecho de que nuestros hijos hagan una de estas experiencias no quiere decir
que ya se quedarán en ese lugar para toda la vida, por eso es muy normal que
hagan varias de estas experiencias y nuestro papel será apoyarles y propiciar
diálogos que les ayuden a expresar lo que piensan y sienten.

CUARTO. Que toda la familia esté dispuesta a apoyar ese llamado.
Es muy bueno involucrar a toda la familia para que la vida familiar sea propicia y
para que se pueda vivir plenamente este llamado, que es personal, pero que está
arropado en el seno familiar. 
Es bueno que se les explique a los hijos más pequeños lo que está pasando con
su hermano o hermana para que nos ayuden a apoyarlos y para que se vivas en
comunión. 
En ocasiones podemos ir juntos a conocer las diferentes ordenes o seminarios,
podemos acompañarlos a alguna convivencia o simplemente podemos no
acosarlos con preguntas que puedan incomodarlos o que influyan en el
discernimiento que están llevando. 

QUINTO. Oremos por la vocación de nuestros hijos.
La mejor forma de apoyar a nuestros hijos en la elección del estado de vida es con
nuestra oración amorosa y dedicada por ellos. 
Dios no desoye la oración de una madre o un padre preocupados por la santidad
de sus hijos, o que buscan que encuentren su estado de vida para el que Dios los
pensó. 
No importa que estén pequeños, podemos comenzar a rezar por ellos y estoy
segura que estas oraciones servirán de intercesión para que Dios les allane el
camino y les muestre con claridad cuál es Su Voluntad para cada uno de ellos.
Al mismo tiempo debemos enseñarles a ellos a rezar por su vocación y para que
pidan las virtudes que necesitan para realizarla y tomar el estado de vida en el que
le pueden dar más gloria a Dios y ser felices. 
Y si es la vida consagrada, para que sepan con claridad cual de todas las
opciones que tienen es la que Dios ha pensado para ellos. 

Todo esto necesita valentía y generosidad, pero sobre todo pureza de intención y
mucha caridad. Ojalá que nuestros hijos la encuentren en nosotros y puedan
responder así al llamado que Dios les hace de manera particular, en lo profundo
del corazón.

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