En el marco del 40 aniversario sacerdotal de Monseñor Pedro Pablo Elizondo Cárdenas, recibieron la unción con el aceite y el oleo consagrado, los neo presbíteros: Hugo Etanislao Ormaeche Panduro, Rodrigo Herrera Morales, Jonathan Pinzón Yam y Carlos Manuel Anaya Mejía, la víspera de Navidad, en la Catedral de la Santa Cruz y Santísima Trinidad en Cancún.

Cancún, Quintana Roo.– Es un compromiso del presbiterado, religiosas, seminaristas diáconos y fieles laicos mantenerse en oración por los nuevos sacerdotes y no dejar de orar por su obispo, dijo.  

Todo sumo sacerdote es un hombre escogido entre los hombres para intervenir a favor de los hombres y ofrecer dones y sacrificios por los pecados, explicó.  

El hombre ofrece a Cristo el don de su entera humanidad para que él pueda servirse de está, como instrumento de salvación, mientras que el Señor ofrece al hombre el don para que el sacerdote administre los bienes de la salvación, y decir –ya no vivo yo, es Cristo quien vive en mí–. Una entrega del hombre total, absoluta y definitiva a este don que es para siempre, bajo el rito de Melquisedec, continuó. 

Los dones recibidos de Dios son sin arrepentimiento y que convierten al hombre en administrador de los misterios de la salvación del mundo, ¡oh, admirable intercambio de dones de Dios, obsequian mutuamente con el hombre–. 

Destacó que recibir el don es para ofrecer el don como un extraordinario regalo que hace Dios para capacitar a perdonar los pecados, sanar y curar las heridas del alma y hacer presente, real, verdadera y sacramentalmente la Eucaristía, misterios que deben celebrar comprometidos personalmente a fondo a fin de evitar vivir un sacerdocio superficial como funcionarios ajeno al mismo, de ahí que se debe tratar de hacerse uno con Cristo en la ofrenda que es total como víctima agradable al Padre y salvación del mundo. 

Después de recibir el abrazo de Monseñor y de todos los sacerdotes presentes, Hugo Etanislao Ormaeche Panduro, Rodrigo Herrera Morales, Jonathan Pinzon Yam y Carlos Manuel Anaya Mejía postrados en el piso, escuchaban la invocación de todos los santos, para luego recibir el precioso don del sacerdocio con alegría, amor, humildad y gratitud los maravillosos, grandiosos, misteriosos e inmerecidos dones al ser ungidos con el aceite y óleo consagrado, recibir la patena, el cáliz y sus atuendos sacerdotales, de otros sacerdotes y del abrazo de sus padres. 

En un gesto de humildad Monseñor Pedro Pablo Elizondo Cárdenas, L. C., recibió la bendición de los neo presbíteros, para luego pasar al atrio de la Catedral de la Santa Cruz y Santísima Trinidad a disfrutar del elenco artístico amenizado por los jaraneros de Quintana Roo, la orquesta la Meridana, así como para degustar de los sagrados alimentos en alegre convivencia, entre la comunidad y sacerdotes. 

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