Cancún, Quintana Roo.– Con una fe grande y madura nos ayudará a defender la vida frente a la opinión pública, frente a las leyes injustas y frente a los negocios lucrativos que no quieren respetarla, es el mensaje dominical de Monseñor Pedro Pablo Elizondo Cárdenas. 

Adquirir el compromiso en el servicio al prójimo y a las obras de misericordia hacia el hermano necesitado, para poder entrar al Reino de los cielos, recomendó. 

Destacó que la importancia de madurar y engrandecer la fe, para ayudar a esperar que al mismo tiempo ayude a comprometerse en obras de misericordia al hermano necesitado: “tuve hambre y me diste de comer, entra al banquete de tu Señor preparado para ti desde antes de la creación del mundo”, como dice el Evangelio según San Juan capítulo 11 versículos 25-26, “Yo soy la resurrección y la vida, el que cree en mí, aunque haya muerto vivirá y el que vive y cree en mí, no morirá para siempre”. Los creyentes reciben el don de la fe, y la tarea de aceptar sus consecuencias, cultivarla y madurarla. ¡Creo Señor, pero aumenta mi fe!, es la tarea y misión de crecer en la fe hasta engrandecer y madurar. 

Destacó que la importancia de madurar y engrandecer la fe, para ayudar a esperar que al mismo tiempo ayude a comprometerse en obras de misericordia al hermano necesitado: “tuve hambre y me diste de comer, entra al banquete de tu Señor preparado para ti desde antes de la creación del mundo”, como dice el Evangelio según San Juan capítulo 11 versículos 25-26, “Yo soy la resurrección y la vida, el que cree en mí, aunque haya muerto vivirá y el que vive y cree en mí, no morirá para siempre”. Los creyentes reciben el don de la fe, y la tarea de aceptar sus consecuencias, cultivarla y madurarla. ¡Creo Señor, pero aumenta mi fe!, es la tarea y misión de crecer en la fe hasta engrandecer y madurar. 

Es un sentimiento instintivo de que la vida no se acaba sino se transforma, aunque, hoy esta fiesta de los muertos se vuelva un espectáculo y un entretenimiento, para los ancestros fue algo muy serio. En el altar de muertos se reunían a rezar por los difuntos. Ejemplificó que en cementerios de Janitzio y de Mixquic, aún hoy familiares del difunto pasan la noche en silencio y en oración en la tumba de sus muertos. Los pueblos originarios imaginaban la visita de las almas de los muertos que llegaban a aspirar la esencia de los alimentos y bebidas que les ofrecían en el altar. Con la llegada del cristianismo las antiguas creencias y sentimientos religiosos no se borran, sino que se enraizaron más profundamente y se completaron con la fe en la resurrección y la fe en la comunión de los santos. 

Como los Saduceos niegan la resurrección de los muertos, quieren poner en apuros y en ridículo a Jesús con una pregunta capciosa y con un caso extremo muy poco probable, pero hipotéticamente posible: siete hermanos que tienen que casarse sucesivamente con la misma mujer viuda, ¿de cuál de ellos será esposo en la resurrección de los muertos?, la respuesta los desarma y deja en ridículo: “en la otra vida no se casarán ni tendrán hijos porque serán como ángeles, porque Dios será todo en todos”. Están muy equivocados al pensar la otra vida igual a ésta vida sin ningún cambio sustancial. Jesús dejo claro que la resurrección no es una mera prolongación de la vida actual, sino una plenitud que valora lo bueno de la vida y supera lo malo, además dejo claro que Dios es el único y supremo Señor de la vida y que Él quiere la vida presente y futura para sus hijos. A Dios no se le mueren sus hijos, porque Él es el dueño supremo de la vida, concluyó Monseñor Pedro Pablo Elizondo Cárdenas. L. C., obispo de la Diócesis Cancún-Chetumal.

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