«En una carta con motivo de la XXVI Jornada Mundial de la Vida Consagrada, el cardenal João Braz de Aviz y monseñor José Rodríguez Carballo exhortan a reflexionar sobre la palabra «participación» en relación con el camino sinodal que acaba de comenzar».
Amedeo Lomonaco – Ciudad del Vaticano
La Jornada por la Vida Consagrada, que culminará el 2 de febrero con la celebración eucarística presidida por el Papa Francisco en la Basílica de San Pedro, será «una oportunidad para un encuentro marcado por la fidelidad de Dios que se manifiesta en la perseverancia gozosa de tantos hombres y mujeres, consagrados y consagradas». Así lo han escrito en una carta el cardenal João Braz de Aviz, prefecto de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica, y el secretario de ese dicasterio, monseñor José Rodríguez Carballo.
Participar en el «viaje» de la Iglesia sobre la sinodalidad
El documento subraya que el camino sinodal, recientemente iniciado y centrado en el tema «Por una Iglesia sinodal: comunión, participación y misión», interpela a cada comunidad vocacional «en su ser expresión visible de una comunión de amor». Reflexionando sobre la palabra «participación», el cardenal João Braz de Aviz y monseñor José Rodríguez Carballo nos invitan a preguntarnos: «¿Quiénes son las hermanas y los hermanos a los que escuchamos o, más bien, por qué los escuchamos?». Escriben: «Todos estamos llamados a hacernos esta pregunta, porque no podemos llamarnos comunidad vocacional, y menos aún comunidad de vida, si alguien o algo no participa». La invitación es a entrar en el «camino» de toda la Iglesia en sinodalidad, «con la riqueza de nuestros carismas y nuestras vidas, sin ocultar las dificultades y las heridas». «La participación se convierte entonces en responsabilidad: no podemos dejar de estar ahí, no podemos no estar entre los demás y con los demás, nunca y más en esta llamada a ser una iglesia sinodal».
«Participación y corresponsabilidad»
Escuchar – escriben el prefecto y el secretario de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica – significa «dar cabida al otro en nuestra vida, tomando en serio lo que es importante para él». «La participación asume así el estilo de una corresponsabilidad que se refiere no sólo a la organización y al funcionamiento de la Iglesia, sino también a su propia naturaleza, la comunión, y a su sentido último: el sueño misionero de llegar a todos, de atender a todos, de sentirnos todos hermanos, juntos en la vida y en la historia, que es la historia de la salvación».