La Cuaresma es un llamado a la reconciliación
Cancún, Quintana Roo.– El día del amor y la amistad está presente en todas partes, en las buenas y en las malas, en la ceniza y en la exultación, en la tristeza y en la alegría, indicó Monseñor Pedro Pablo Elizondo Cárdenas en la Catedral de la Santa Cruz y Santísima Trinidad en Cancún.
Dios, es rico en misericordia y su amor, compasión, está a la espera para reconciliarnos, porque así es su amor de grande siempre presente en todo, continuó.
La imposición de ceniza, en la Santa Misa, es una celebración que va de la mano con el día del amor y de la amistad y no está peleada. Este miércoles, mucha gente, amigos, parejitas, esposo, decidieron celebrar juntos este día, y acudir a Misa unidos a recibir la ceniza, por lo que el amor también está presente en la Iglesia Católica, reiteró.
Así es el Señor, lleno de amor en su corazón, esperándonos para abrazarnos, reconciliarnos y darnos esa paz y alegría espiritual que tanto necesitamos. Debemos acercarnos y escuchar su llamada para reconciliarnos, arrepentirnos y creer en el Evangelio.
Sin embargo, hoy en día a mucha gente, le cuesta mucho arrepentirse, pedir perdón a Dios Nuestro Señor, reconocer sus propias faltas, saber que han pecado y confesarse, por lo que, si no reconocen sus faltas y no se confiesan, no pueden iniciar la conversión, ni podrán dar un paso adelante, por su falta de humildad para reconocer que su pecado y reconciliarse con Dios.
Recordó que en la lectura de la carta de San Pablo, dice: por favor hermanos, en nombre de Dios Nuestro Señor, déjense reconciliar, Él está esperando con todo su amor, su misericordia, bondad y los espera con los brazos abiertos como al hijo pródigo. Así es como cada uno de nosotros debe acercarse, como el hijo pródigo aunque éste tardara un poquito, pero reconoció su error, luego de cuestionarse, ¿pero que estoy haciendo yo aquí, comiendo ni siquiera las bellotas que le dan a los cerdos?, y decidió volver a la casa del Padre, que lejos de regañarlo, no le llamó la atención, no le quitó nada, si no que le devolvió todo al colocarle el anillo, el manto, las sandalias y reconocer su dignidad, además de preparar una fiesta con música, matar al cordero más cebado para hacer un gran banquete, concluyó Monseñor Pedro Pablo Elizondo Cárdenas, L. C.,