Por Silvia del Valle 
La resiliencia es la capacidad humana de asumir con flexibilidad situaciones límite
y sobreponerse a ellas.
Las personas resilientes no solo son capaces de sobreponerse a las adversidades
que les ha tocado vivir, sino que van un paso más allá y utilizan esas situaciones
para crecer y desarrollar al máximo su potencial.
Para las personas resilientes no existe una vida dura, sino momentos difíciles,
comúnmente caminan con la sonrisa en los labios y ven la vida siempre bella a
pesar de los momentos difíciles. Son esas personas que te contagian sus ganas
de vivir.
La resiliencia es algo que todos podemos desarrollar a lo largo de la vida por eso
hoy te dejo mis,
5TIPS para educar en la resiliencia a nuestros hijos y de pasada ver como
andamos nosotros.
PRIMERO. Que sean conscientes de sus potencialidades y limitaciones. 
El autoconocimiento es un arma muy poderosa para enfrentar las adversidades y
los retos, y las personas resilientes saben usarla a su favor. Estas personas saben
cuáles son sus principales fortalezas y habilidades, así como sus limitaciones y
defectos. De esta manera pueden trazarse metas más objetivas que no solo tienen
en cuenta sus necesidades y sueños, sino también los recursos de los que
disponen para conseguirlas.
Al ser conscientes de sus potencialidades y limitaciones, las personas resilientes
confían en lo que son capaces de hacer. Si algo les caracteriza es que no pierden
de vista sus objetivos y se sienten seguras de lo que pueden lograr. No obstante,
también reconocen la importancia del trabajo en equipo y no se encierran en sí
mismas, sino que saben cuándo es necesario pedir ayuda.
SEGUNDO. Fomenta su creatividad.
La persona con una alta capacidad de resiliencia no se limita a intentar pegar el
jarrón roto, es consciente de que ya nunca a volverá a ser el mismo. El resiliente
hará un mosaico con los trozos rotos, y transformará su experiencia dolorosa en
algo bello o útil. De lo vil, saca lo precioso.
Con nuestros hijos podemos cultivar esa creatividad para que cada vez sea mayor
y por lo mismo sean más capaces de ser resilientes.
No es necesario que se los digamos, es una capacidad que se adquiere poco a
poco y se usa cuando llega la adversidad. No es necesario que sean conscientes
de que la tienen.
TERCERO. Que vean las dificultades como una oportunidad para aprender. 

A lo largo de la vida enfrentamos muchas situaciones dolorosas que nos
desmotivan, pero las personas resilientes son capaces de ver más allá de esos
momentos y no desfallecen. Estas personas asumen las crisis como una
oportunidad para generar un cambio, para aprender y crecer. Saben que esos
momentos no serán eternos y que su futuro dependerá de la manera en que
reaccionen. Cuando se enfrentan a una adversidad se preguntan: ¿qué puedo
aprender yo de esto?
Para esto hay que ayudar a nuestros hijos con pequeños ejercicios de virtud. Que
aprendan a aguantar un poco para cumplir sus deseos y que se acostumbren a
que no todo lo que quieren se puede.
CUARTO. Que sean flexibles ante los cambios. 
A pesar de que las personas resilientes tienen una auto imagen muy clara y saben
perfectamente qué quieren lograr, también tienen la suficiente flexibilidad como
para adaptar sus planes y cambiar sus metas cuando es necesario. Estas
personas no se cierran al cambio y siempre están dispuestas a valorar diferentes
alternativas, sin aferrarse obsesivamente a sus planes iniciales o a una única
solución.
No intentan controlar las situaciones. Una de las principales fuentes de tensiones y
estrés es el deseo de querer controlar todos los aspectos de nuestra vida. Por eso,
cuando algo se nos escapa de entre las manos, nos sentimos culpables e
inseguros. Sin embargo, las personas resilientes saben que es imposible controlar
todas las situaciones, han aprendido a lidiar con la incertidumbre y se sienten
cómodos aunque no tengan el control.
Así que los berrinches y pataletas están fuera del panorama para nuestros hijos.
Ayudémoslos a que se adapten a los cambios con amor y explicándoles porque
suceden las cosas.
Y QUINTO. Que sean tenaces y no tercos.
El hecho de que las personas resilientes sean flexibles no implica que renuncien a
sus metas, al contrario, si algo las distingue es su perseverancia y su capacidad
de lucha. La diferencia estriba en que no luchan contra molinos de viento, sino que
aprovechan el sentido de la corriente y fluyen con ella. Estas personas tienen una
motivación intrínseca que les ayuda a mantenerse firmes y luchar por lo que se
proponen sin llegar a ser tercas, es decir, que siempre tienen un motivo y una
razón por la cual persiguen un objetivo.
La terquedad es ciega y la tenacidad es firme. Si educamos a nuestros hijos para
que sean tenaces también debemos educarlos para que se adapten a las
circunstancias y logre conseguir sus objetivos a pesar de los problemas que se
presenten y sobre todo sin frustrarse.
Con mis hijos les hemos inculcado que aprendan a discernir lo que corresponde
en cada situación.

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