El respeto a la vida humana, sobre todo a la más débil e indefensa, es una piedra angular en la construcción de una sociedad libre de violencia.
La vida en sus momentos más vulnerables, antes de nacer y en la declinación de la existencia, exige una protección especial y un renovado esfuerzo para su preservación.
La vida humana vale en sí misma y no está ligada al vigor físico, ni a la juventud, ni a la salud física o psíquica. Es un bien fundamental para el hombre, sin el cual no cabe la existencia ni el disfrute de los demás bienes. Por tanto, no procede conceder un peso determinante a categorías como útil, inútil, gravoso, deseado, no deseado, etc.
Hay quien sostiene que la vida solo tiene sentido y es digna cuan¬do cumple cierto nivel de calidad, y que hay vidas que no merecen ser vividas (como las personas con discapacidad, desahuciados, no deseados, etc.); dicen que es un error dejarlos vivir.
Quienes así se expresan niegan el valor primordial de la vida humana, pues consideran que lo importante no es la vida en sí misma, sino la calidad de vida.
Toda vida humana es digna y merecedora de protección y respeto, y su valor no puede medirse por la satisfacción subjetiva que produce ni por su nivel de bienestar. Frente Nacional por la Familia, Minuto de formación V# 3