Norma del Socorro Álvarez Ledesma
iudad de México.— La realidad de la familia hoy, es fruto de la modernidad y del consumismo que afecta el vínculo y la unidad familiar.
Los niños se han convertido en un importante sector de consumidores, en tanto que las familias tienen menos hijos y los padres tienden a concederles cuanto desean: de todo.
La última versión es que algunos padres trabajan muchas horas para dar todo cuánto deseen sus hijos, impidiendoles darles lo que en realidad necesitan: tiempo compartido.
Los niños sobre protegidos a quienes sus padres consienten hábitos consumistas a capricho terminan por ser personas egocéntricas, esclavos de sus sensaciones momentáneas, sin recursos para mantener el interés en algo durante un tiempo, incapaces de comprometerse, de darse, de servir, de amar.Por otra parte, la presión social provoca familias permisivas que no quieren, o no saben, o no se atreven a exigir a sus hijos; son familias que asientan su unidad sobre una base sentimental quebradiza y, para evitar tensiones y enfrentamientos, se muestran dispuestas a renunciar al compromiso con los valores morales objetivos que marquen una dirección cierta a su proyecto educativo familiar.