Abortar no es fácil ni seguro como quieren hacer creer los promotores de la “cultura de la muerte”, aunque esté legalizado y se realice en clínicas bien acondicionadas, hay muchas muertes; pero, sobre todo, tiene muchas secuelas físicas y consecuencias psicológicas difíciles de curar, por lo que no es lo mismo tener un hijo que abortar.
El síndrome postaborto es tan conocido por la psicología y la psiquiatría como silenciado por aquellos que quieren hacerlo pasar por una práctica inicua; mientras las mujeres reportan sentirse afectadas por la experiencia del aborto y señalan síntomas claros de los trastornos depresivo y de ansiedad.
En México el Instituto IRMA afirma que de las mujeres que han abortado “el 53 por ciento se aísla y reporta sentirse muy sola después del aborto; el 40 por ciento refiere que sus relaciones con las personas que convive se afectan, el 34 por ciento interrumpe sus estudios o trabajo, el 39 por ciento manifiesta tener menor rendimiento en sus estudios, el 54 por ciento rompe la relación con la pareja y el 46 por ciento continua con una relación conflictiva”.
Uno de los síntomas más dolorosos es la incapacidad de perdonarse a sí misma, al sentir complejo de culpabilidad que la mujer puede llevar como un lastre toda su vida y para el que necesita un tratamiento psicológico y la reconciliación con Dios.