El Papa recibió este lunes a la comunidad del Pontificio Seminario Lombardo, a quienes exhortó a cultivar un corazón abierto, dispuesto y misionero.
Johan Pacheco – Vatican News
“Nos volvemos a encontrar hoy, con motivo del centenario de la elección del Papa Pío XI, un antiguo alumno suyo”, dijo Francisco a la comunidad del Pontificio Seminario Lombardo Santos Ambrosio y Carlos, a quienes recibió esta mañana en la Sala Clementina del Vaticano.
“De estas raíces ligadas a Pío XI tratemos de sacar alguna inspiración: no para cultivar la nostalgia del pasado y cerrarnos a la novedad del Espíritu, que nos invita a vivir hoy, trazando signos proféticos para su ministerio y su misión, particularmente al servicio de la Iglesia”, refirió el Obispo de Roma a los presentes.
Este Seminario fue fundado en 1854 por los Obispos de Lombardía (Italia), y está ubicado a un costado de la Basílica Santa María Mayor en Roma.
Ampliar el horizonte de la pastoral
En su discurso Francisco recordó el primer gesto de Pio XI al ser elegido Pontífice, impartiendo su bendición Urbi et Orbi, a la ciudad de Roma y al mundo entero, desde el edificio de la Loggia exterior y no desde el interior de la Basílica de San Pedro: “con este gesto nos recuerda que debemos abrirnos, ampliar el horizonte de la pastoral a las dimensiones del mundo, para llegar a cada hijo, al que Dios quiere abrazar con su amor”.
A los miembros de la comunidad también les expresó: “en estos años están estudiando y profundizando, y esto es un don de Dios. Pero su conocimiento nunca debe abstraerse de la vida y la historia. No sirve al Evangelio una Iglesia que tiene muchas cosas que decir, pero cuyas palabras carecen de unción y no tocan la carne de la gente. Para tener palabras de vida es necesario doblegar la ciencia al Espíritu en la oración y luego vivir las situaciones concretas de la Iglesia y del mundo”.
Sacerdotes con ardiente deseo de llevar el Evangelio
Les pidió el Pontífice “ser sacerdotes con ardiente deseo de llevar el Evangelio a las calles del mundo, a los barrios y a los hogares, especialmente a los lugares más pobres y olvidados. El testimonio, los gestos –dijo-, como ese primer gesto de Pío XI”.
Asimismo, rememoró que el Papa Ratti en su primera homilía habló de las misiones, y se hizo esta pregunta: «¿Qué puedo ofrecer al Señor?» (Homilía en el 300 aniversario de la fundación de la Congregación de Propaganda Fide, 4 de junio de 1922).
¿Qué puedo ofrecer al Señor?
“Es una buena pregunta -indicó Francisco-, que pueden aplicar a todo lo que están haciendo ahora para preparar la misión”. Y les exhortó a “cultivar con entusiasmo en estos años y en esta ciudad, en la dimensión universal de Roma y de Lombardía, un corazón abierto, dispuesto y misionero”.
Luego Francisco mencionó palabras de Pio XI en la Carta Encíclica Quadragesimo Anno, que son actuales: «Lo que duele a los ojos es que en nuestra época no solo se produce la concentración de la riqueza, sino la acumulación de un enorme poder, de un dominio despótico de la economía en manos de unos pocos. […] Este poder se vuelve más despótico que nunca en aquellos que, teniendo el dinero en sus manos, son los amos; de modo que son en cierto modo los distribuidores de la propia sangre de la que vive el organismo económico, y tienen en sus manos, por así decirlo, el alma de la economía» (105-106).
“Qué cierto y qué trágico es esto ahora, cuando la brecha entre los pocos ricos y los muchos pobres es cada vez mayor”, puntualizó Francisco.
En este contexto de desigualdad y pandemia, reiteró la invitación a “vivir y trabajar como sacerdotes del Concilio Vaticano II, como signos e instrumentos de la comunión de los hombres con Dios y entre sí” (cf. Lumen Gentium, 1).
Y al concluir los invitó a pedir a Dios por una Iglesia “fiel al espíritu del Evangelio, más libre, más fraterna y alegre en su testimonio de Jesús”.