Padre Héctor Galván LC
Todos tenemos una idea clara lo que es una familia, en cualquier latitud del planeta. Tan común es la realidad de la familia, que ofrece varias formas según la religión, cultura y situación. En el inicio de la vida pública de Jesucristo, no podía faltar un hecho que es como el pórtico de la vida pública del Salvador Jesús.
Dice el Evangelio: “Sucedió que hubo una boda de Caná. Ahí acude Jesús con sus primeros discípulos y María su madre estaba también invitada”. Una boda, como tantas. Pero ahí están Jesús, iniciando su apostolado misionero y su Madre, que es la mujer observadora, vivaz, y conocedora de los poderes de su Hijo Jesús. ¿Por qué el evangelio no comienza con una escena del Templo? ¿Por qué el sermón de las bienaventuranzas vendrá después? Quiero suponer que la mucha sed de los apóstoles agotó pronto el vino de la vida. María, con aguda mirada maternal y bondadosa detecta el apuro en que se van a ver los novios. Con una gran claridad de mente y voz suave le declara a su Hijo, que él tiene una solución. ¿Falta el vino? ¿Hay agua? Una voz imperiosa al mismo tiempo que bien clara dice; “Llenen las tinajas de agua”
De un mandato material cumplido, viene otro mandato que parece, broma o realidad que solo se acepta por la fe y la autoridad de la voz de Jesús. Llévenle una copa al maestresala.
Así es como la gran misión mesiánica de Jesucristo comienza con un banquete de boda. Con el mejor vino que ha existido sobre la tierra. Una fiesta a la que sin duda no faltó un conjunto de música y canto. La lección quedó clara. Toda organización social y fundamental, como es el amor de un hombre y una mujer que quieren fundar una familia, han de tener invitada a María, aquella sencilla y encantadora mujer de Nazareth, la madre de Jesús, que hacía unas semanas bajó al Jordán, se perdió en el desierto durante más de mes y finalmente reapareció acompañando de unos pescadores y admiradores de su compañía.
La historia no nos cuenta más de lo que aquella familia vivió, pero es suficiente que esa humilde pareja es lo suficientemente clara para entender que una boda con éxito ha de tener invitado a Cristo y sus amigos sin faltar su sencilla Madre. De este modo, la sencilla agua se convertirá en el mejor regalo mutuo familiar y social.