A pocos días de la celebración de la IV Jornada Mundial de los #AbuelosyMayores el Santo Padre invita en su cuenta @Pontifex a que, no olvidemos a los abuelos y a los ancianos. “Muchas veces, gracias a una caricia suya hemos vuelto a levantarnos, hemos reanudado el camino, nos henos sentido amados, sanados por dentro”.
Renato Martinez – Ciudad del Vaticano
“Necesitamos una nueva alianza entre jóvenes y ancianos, para que la linfa de quien posee una larga experiencia de vida irrigue los brotes de esperanza de quien está creciendo. De este modo aprendemos la belleza de la vida y construimos una sociedad fraterna”. Lo recuerda el Papa Francisco en un post de X desde su cuenta @Pontifex, a pocos días de la IV Jornada Mundial de los #AbuelosyMayores que este año se celebrará el domingo 28 de julio, bajo el lema “En la vejez no me abandones” (cf. Sal 71,9).
En la historia humana coexisten las luces y las sombras
El post del Santo Padre para esta ocasión ha sido tomado de la homilía que pronunció durante la Santa Misa por la III Jornada Mundial de los #AbuelosyMayores, celebrada en la Basílica de San Pedro, el 23 de julio de 2023. Ese domingo, ayudado por las parábolas del Evangelio, el Pontífice centró su reflexión en un aspecto en común que tienen los abuelos con sus nietos, es decir, en el hecho de “crecer juntos”. Y la primera parábola que les propuso fue el del trigo y la cizaña que crecen juntos.
“El cristiano, animado por la esperanza en Dios, no es un pesimista, ni tampoco un ingenuo que vive en el mundo de las fábulas, que actúa como si no viese el mal y dice que ‘todo va bien’. No, el cristiano es realista, sabe que en el mundo hay trigo y cizaña, y se mira dentro, reconociendo que el mal no llega sólo ‘desde fuera’, que no es siempre culpa de los demás, que no es necesario ‘inventar’ enemigos que combatir para evitar arrojar un poco de luz en su interior”.
Necesitamos una nueva alianza entre jóvenes y ancianos
La segunda parábola sobre la que reflexionó el Papa Francisco fue el del grano de mostaza que al inicio es pequeño e invisible, pero cuando crece se convierte en un árbol robusto. Así es nuestra vida dijo el Papa, venimos al mundo, nos hacemos adultos y después ancianos, como un árbol que ya no vive para sí mismo, sino para los demás.
“Pienso en los abuelos, hermosos como estos árboles frondosos, bajo los cuales los hijos y los nietos realizan sus propios “nidos”, aprenden el clima de familia y experimentan la ternura de un abrazo. Se trata de crecer juntos. El árbol exuberante y los pequeños que necesitan del nido, los abuelos con los hijos y los nietos, los ancianos con los más jóvenes”.
No olvidemos a los abuelos y a los mayores
Finalmente, la tercera parábola sobre la que reflexionó el Santo Padre fue el de la levadura y la harina, una mezcla que hace crecer toda la masa. El Pontífice dijo que este verbo conlleva la mística del vivir juntos, de encontrarnos y nos ayuda a vencer el individualismo y los egoísmos.
“Estemos atentos, para que nuestras aglomeradas ciudades no se conviertan en ‘concentrados de soledad’; para que la política, que está llamada a proveer a las necesidades de los más frágiles, no se olvide precisamente de los ancianos, dejando que el mercado los relegue a ‘descartes improductivos’”.
El Papa concluyó su homilía señalando que la Palabra de Dios no nos invita a separar, a cerrarnos, a pensar que podemos hacerlo solos, sino a crecer juntos. Por ello, escuchémonos, dialoguemos, sostengámonos recíprocamente y no olvidemos a los abuelos y a los mayores.