Mt. 4, 1

Tanto en el reino vegetal como animal, vemos diferentes especies que utilizan algunos señuelos para atraer a sus víctimas, por mencionar solamente tres ejemplos: el atrapamoscas venus secreta un néctar en sus hojas, que atrae insectos, los cuales al beberlo, activan la trampa y cayendo en ella, es prácticamente imposible salir; el alcaudón, es un ave que canta de tal forma que da tranquilidad a otras aves para que se alimenten despreocupadamente, sin que éstas se enteren a tiempo, que el peligro real vendría de quien con su canto les transmitía que todo estaba bien; por último, el caracol cono, suele sacar un pequeño filamento, que puede parecer un pequeño gusano, algunos peces al acercarse, son tocados por ese delgado filamento… e instantáneamente quedan paralizados, para ser engullidos completos, por uno de los animales más lentos pero venenosos del planeta.

El más grande villano que vemos en las películas de J.R.R. Tolkien, en los libros previos a las guerras, solía presentarse como sabio, bueno y daba extraordinarios regalos a sus “amigos”, que se veían beneficiados en un principio, pero a la vez quedaban bajo su dominio, listos para ser controlados.

Así suelen ser las tentaciones, se nos presentan como algo atractivo, fácil, cómodo, placentero, útil. En un primer momento parecen ser inofensivas y proporcionarnos de forma inmediata algo que deseamos, pero que nos apartan de Dios, de los planes que nos tiene preparados para ser auténticamente felices y plenos.

En el pasaje del Evangelio Mt. 4, 1-11, el diablo presenta tres tentaciones a Jesús:

En la 1ª, Jesús es tentado a no reconocerse peregrino, una persona caminante. En su elección de no convertir la piedra en pan, nos recuerda que estamos de paso en este mundo, que solamente la Palabra de Dios quedaremos puede orientarnos para ser felices y plenos. Nos invita a seguir los planes de Dios para cada uno de nosotros, en vez de tratar de usar a Dios para cumplir los que nosotros ideamos.

En la 2ª, de provocar a Dios, pidiendo milagros innecesarios. Jesús rechaza la tentación de apantallar, saltando para ser atrapado por los ángeles. A nosotros nos toca seguir su ejemplo de sencillez, de humildad. Dios se manifiesta día a día en nuestra historia personal, en nuestra familia, en las cosas más sencillas, no en eventos llamativos.

En la 3ª, Jesús rechaza la tentación del poder, de dominar a los demás. En cambio, nos pone el ejemplo al declarase servidor fraterno y reconoce que solamente a Dios se le debe rendir culto, no a las autoridades que están en el poder por la violencia que ejercen para servirse de los demás.

Ya para terminar ésta reflexión, te invito a que aprovechemos éste tiempo de cuaresma, es tiempo de oración, ayuno y limosna. Dejar por un tiempo la prisa y la rutina. Ayuna del tiempo excesivo con el celular, la televisión, la música, come solamente lo necesario. Préstale más atención a tu familia, a tus pensamientos, sentimientos y planes, a las necesidades materiales y espirituales de tu prójimo. Dedica al menos un momento al día para orar.

Es tiempo de volver al corazón y dejarte guiar por el Espíritu Santo al desierto.

Luis Alberto Silva
Lic. en Ciencias de la Familia

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