31 Los judíos, como era el día de la Preparación, para que no quedasen los cuerpos en la cruz el sábado – porque aquel sábado era muy solemne – rogaron a Pilato que les quebraran las piernas y los retiraran.

32 Fueron, pues, los soldados y quebraron las piernas del primero y del otro crucificado con él.

33 Pero al llegar a Jesús, como lo vieron ya muerto, no le quebraron las piernas,

34 sino que uno de los soldados le atravesó el costado con una lanza y al instante salió sangre y agua.

35 El que lo vio lo atestigua y su testimonio es válido, y él sabe que dice la verdad, para que también vosotros creáis.

36 Y todo esto sucedió para que se cumpliera la Escritura: No se le quebrará hueso alguno.

37 Y también otra Escritura dice: Mirarán al que traspasaron. (Jn. 19, 31-37)

La fiesta del Sagrado Corazón de Jesús, es la celebración del Amor de Dios por su pequeña criatura. Él, la ha amado hasta hacerse uno como ella. Y, en este abajamiento, tomó a su Iglesia, su Esposa, a quien entregó su Cuerpo y toda su Sangre para santificarla, para hacerla una con Él: “tanto amó Dios al mundo que,entregó a su Hijo Único para que viviera por medio de Él”.

Si “Dios es Amor”, este Misterio del Corazón de Jesús, toca la esencia divina en su más profundo centro. Si el que se acerca al fuego, arde, el que se acerca al Corazón de Jesús queda aniquilado en su ser y su naturaleza humana, se transforma en fuego, cuya Llama ya no se extingue, pues es una Persona, el Espíritu Santo. ¡Oh, si comprendiéramos algo este Misterio, quedaríamos como mudos y muertos ante tan sublimessenos de la naturaleza divina!

Pero, esto que, es tan sublime, nos ha sido desvelado en la Luz y el Amor que, derrama el Corazón de Jesús ante sus fieles devotos. Quiso Jesús que, una vez muerto en la Cruz, un soldado atravesara su Costado y llegara hasta su Corazón que, derramó inmediatamente Sangre y Agua. Los Santos Padres, han visto siempre en este Misterio, las entrañas mismas del Amor de Dios que, nos entrega los sacramentos: en la Sangre, la Eucaristía; y en el Agua, el Bautismo. Todo el poder de Dios devolviéndonos la imagen perdida, y, ya purificados, entrar de lleno en el horno de caridad que, es el Sacramento del Cuerpo y la Sangre del Señor.

Podemos pensar que, en estas cosas hay muchos simbolismos, y es verdad. Pero lo que esconde éste, es una eterna realidad que, Dios ha querido transmitirnos, no con otro fin que el de unirnos a Él en ese Corazón traspasado y, que, quiere derramar su Sangre Preciosa en cada uno de nosotros. En nuestras vidas, Jesús,quiere entrar en nuestro corazón pequeño y ensancharle con el Amor inmenso de su Corazón. ¡No podemos entender el Misterio del Corazón de Jesús que, nos ha amado tanto! Cuando, alguien, se ha atrevido a escudriñar el amor con su mente racional, éste, se resiste a ser definido, acotado en unos límites; ¡Y, ¡cuánto más el Amor de Jesús que, ese sí que fue el verdadero Amor que dio toda su vida, con su Sangre para rescatarnos y llevarnos a su Reino!

Por mucho que repitamos y hagamos oración con este deseo del Corazón de Jesús: “Corazón de mi Jesús, en Ti confío, me abandono en Ti”, nunca agotaremos todas las gracias y amor que se derraman del Corazón de Jesús, grande y divino, al nuestro, pequeño y débil. Pero Dios quiere ensancharle para que quepa en él todo Dios. ¿No se realizó en el Misterio de la Encarnación del Verbo, la entrada de lo más sublime de los cielos,en un hombrecito caduco y débil? Pues, así hace su entrada en nuestro corazón, Jesús, Dios y Hombre verdadero. Esto, no son imágenes o símbolos, sino la más cruda realidad que Dios ha querido regalarnos en su Hijo Divino. Y, todo, sin mérito alguno de nuestra parte; sin que haya precedido nuestro bien obrar o santidad: porque “Dios lo quiso y se hizo”. Porque, el querer de Dios, ya es su obrar. Ambos, se identifican.

¡Oh Señor, nuestra lengua es muy torpe para hablar de tu Amor, a menos que, nos infundas tus acentos en nuestra boca y podamos con ella, purificada, alabarte, adorarte dignamente, al menos, lo menos indignamente posible!…

¡Pero, nos alegramos, al orar, de que Tú Señor, seas Dios y lo tengas todo y lo poseas todo, hasta tu gran benevolencia para amar a seres tan pequeños como nosotros! ¡Señor, haz en nosotros, con tu Amor, como quiera tu Corazón! ¡Qué así sea! ¡Amén! ¡Amén!

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