Hola, buenos días, hoy Sión nos lleva al Señor. Que pases un feliz día.
DISFRUTANDO
Tenía ganas de probar una receta nueva de magdalenas. Tras muchas carreras, logramos que estuviesen recién horneadas para el desayuno.
Después de servirlas, nos sentamos a desayunar en la cocina. Inés empapó la magdalena en el café.
-Mmmm… mmmmm… ¡¡¡mmmm!!!
Mientras, yo observaba la mía.
-La altura es correcta, bien de levadura.
-Mmmmm… -respondió Inés.
-La cápsula no se despega bien de arriba, pero sí de abajo: horneado correcto, pero exceso de masa.
-Mmmmmmm…
-No se desmiga al partirla con la mano, muy bien… ¡¡y el centro está perfectamente hecho!!
En medio de sus “mmmmm”, sor Inés alargó la mano a por su segunda magdalena, en un éxtasis nada disimulado, mientras yo aún no había probado bocado.
-¡¡¡Qué duro es esto de ser chef!!! -exclamé riendo.
Viendo mi pobre magdalena diseccionada, no pude evitar pensar que las magdalenas eran más felices en manos de Inés que en las mías. Yo estaba analizando, calculando; ¡mi compañera se dedicaba, simplemente, a disfrutar!
Creo que a ninguna magdalena nos resulta agradable sentir que nos analizan hasta la última miga… Pero qué bueno es, querida magdalena, descubrir unos ojos que descubren lo mejor de ti, ¡un corazón que no calcula, sino que disfruta de estar a tu lado! Ante alguien así, ¡solo surge ofrecer el mejor sabor!
¡Esto es lo que le pasa al Señor! Cuando encontró a la oveja perdida, “la puso sobre sus hombros muy contento” (Lc 15, 28). Cristo no analiza si eres una magdalena baja, esponjosa o con poca levadura, ¡simplemente está “muy contento” de estar contigo!
Y, créeme, un Amor así, ¡hace que cualquier magdalena potencie todo su sabor! No nos ama porque seamos buenos, ¡es su amor el que nos hace buenos!
Hoy el reto del amor es buscar lo mejor de la persona que tienes a tu lado. Si te sale el juicio o la crítica, el deseo de “diseccionar” a esa magdalena, ¡pídele al Señor verla como Él la ve! Espolvoreándole cariño, ¡esa magdalena se volverá más dulce!
VIVE DE CRISTO