Pinturas, bustos, esculturas, monumentos, pero también testimonios directos para relatar de un modo inédito la historia de un gran Pontífice. Titulado «Homenaje a Pío X, retratos contemporáneos» el volumen de Monseñor Lucio Bonora: 574 páginas, 220 ilustraciones y un prefacio del Papa Francisco. El autor: «Admirando estas obras, aún hoy la figura del santo Pontífice penetra en el corazón de quien las observa».
Paolo Ondarza – Ciudad del Vaticano
Un homenaje a Pío X dedicado al estudio y reproducción de un centenar de retratos suyos a lo largo de su vida, de 1835 a 1914, que lo representan como sacerdote, obispo, patriarca y Papa. Se trata del volumen «Homenaje a Pío X. Retratos contemporáneos», escrito por monseñor Lucio Bonora, sacerdote de Treviso y funcionario de la Secretaría de Estado: una obra, publicada por Edizioni Kappadue, que ha supuesto un importante compromiso por parte del autor a lo largo de los últimos quince años y que va acompañada de un prefacio del Papa Francisco.
Un retrato vivo y actual
A través de la presentación de obras de artistas famosos o de humildes trabajadores, pinturas, bustos, medallones, miniaturas y fotos históricas tomadas del álbum de los sobrinos nietos de Pío X, el mismo Bonora esboza un retrato del Papa Sarto, inédito porque se basa en los relatos personales y profesionales que estos mismos personajes hicieron de sus encuentros personales y profesionales con el Pontífice. También son fuente de información para el autor las anotaciones que del Papa grabó su segundo secretario, el veneciano monseñor Giuseppe Pescini, quien, junto a su primer secretario, monseñor Giovanni Bressan, de Treviso, acompañó diariamente a Giuseppe Melchiorre Sarto como Patriarca y Pontífice: un caudal de información sobre las características físicas, las costumbres, el carácter y la espiritualidad del que se convirtió en el 257º Sucesor de Pedro el 2 de agosto de 1903.
Fundamentales también en la profunda investigación de Bonora, que llena un vacío en los estudios dedicados a Pío, son los aproximadamente cincuenta testimonios de quienes lo frecuentaron en vida y depositados en el Proceso super virtutibus, abierto en Treviso en 1923, sólo nueve años después de la muerte del Pontífice, al término del cual fue declarado Venerable. Beatificado en 1951, canonizado en 1954, Pío X es recordado en el volumen a través de 16 retratos del periodo prepapal, 65 del periodo pontificio y otros inaugurados tras su muerte. Obras conservadas en Italia, el Vaticano, Rumanía, Austria, Croacia, Francia, Alemania, Polonia, Irlanda, Estados Unidos y Sudamérica. Otras fuentes de la investigación del autor son los inventarios de los Bienes Eclesiásticos BeWeb, los Bienes Culturales Italianos y los archivos de periódicos de época como La Difesa di Venezia y La Vera Roma.
La idea originaria de una exposición
En los orígenes del libro de 576 páginas, explica monseñor Lucio Bonora a Vatican News, hay una larga gestación: la idea en 2012 de organizar una exposición de obras referidas a él en Treviso para el centenario de Pío X y el traslado de las reliquias al Véneto. «Esta última iniciativa no se materializó hasta octubre pasado, a instancias del Santo Padre Francisco, y contó con una conmovedora e impresionante participación de fieles en Treviso, Riese, Padua y Venecia. La exposición tampoco pudo realizarse y, debido a los elevados costes, se quedó sólo en papel. Nos limitamos, y ya era mucho, a una conferencia que tuvo lugar en Treviso y Venecia y que supuso un notable momento de conocimiento de Pío X’.
Pío X y los pobres
El plan inicial de la exposición era exponer obras de grandes pintores como Luigi Nono, Alessandro Milesi, Noè Bordignon, Gigi Gasparini y Angelo Morbelli y de este modo ‘representar la inclinación de Sarto hacia la gente pobre de las ciudades: mujeres solas pero llenas de valor al enfrentarse a la vida para criar a sus hijos, familias de emigrantes, ancianos y niños que parten con sus bueyes hacia los puertos de Italia obligados a abandonar su tierra y refugiarse en Sudamérica, las oscuras casuchas iluminadas sólo por el resplandor de un modesto hogar donde la gente luchaba por conseguir pan, los padres llorando en el cementerio, los pescadores que abandonaban la orilla para salir a pescar al mar, o los ancianos abandonados y desamparados, hospitalizados en el Pio Albergo Trivulzio de Milán retratados por Morbelli».
Las representaciones pictóricas de estas escenas -señala monseñor Lucio Bonora- eran una conmovedora invocación a Dios. Pío X, como obispo y patriarca, creció en este contexto pastoral y dio voz a los desheredados, a los pequeños, a las mujeres, a los ancianos, a los pobres. Conocía bien los sentimientos de su pueblo, y fue también por esta dimensión humana y sacerdotal que, como pastor, inflamó a los fieles al coraje cristiano a partir de Aquel que está siempre con nosotros en la Iglesia, entre sus discípulos: Jesucristo vivo en la Eucaristía, a la que como Papa admitiría también a los niños».
¿De qué manera aquel proyecto de exposición sobre Pío X, que nunca llegó a realizarse, constituyó la base de su volumen?
Me quedó mucho en el corazón de lo que podríamos haber realizado en la exposición, a saber, algunos hermosos retratos de Sarto, pintados en vida por diversos artistas que, con pincel y cincel, infundieron a Pío X un corazón retratado, una pasión, unas emociones interiores tan profundas y tan inmediatas que aún hoy, admirando estas obras, la figura del santo Pontífice penetra directamente en el corazón del observador.
¿Qué se desprende de estas obras?
En estas obras que he recopilado, Pío X era ciertamente representado como Papa, incluso en la solemnidad de las vestiduras papales, pero ante todo eran sus expresiones, sus rasgos humanos los que comunicaban los artistas en cuadros o bustos. Y más aún cuando, una vez terminada su obra, describían sus impresiones sobre la persona de Pío X en los periódicos y revistas de la época. El rostro dulce, tierno y a veces incluso melancólico del Papa, sus penetrantes ojos azules, los rasgos faciales, fueron aspectos que los artistas consiguieron transmitir al corazón del pueblo de Dios a través de sus obras. Mi esfuerzo se centró entonces en los retratos de Pío X, realizados hasta su muerte. Lo que llama la atención es el rostro del Papa, porque desde su rostro se comprende su persona, su atención pastoral, el esfuerzo que hizo a lo largo de su vida por reavivar la fe de la Iglesia y reunirla en torno a Cristo, como instaurador de todas las cosas, sumergiendo a la Iglesia en Cristo a través de la Escritura, el catecismo y la liturgia. También prestó atención pastoral a las grandes urgencias sociales de su tiempo: baste pensar en lo que hizo por los huérfanos de Calabria y por las víctimas del terremoto; en lo que declaró en defensa de los indios de América; en lo mucho que deploró la mentalidad de los poderosos que dirigían con la guerra el destino del mundo; en su llanto al estallar la guerra, saludando a los seminaristas que partían para el frente; de lo que hizo por las escuelas católicas; de los desembolsos personales que reservó a los seminaristas de diversas partes de Italia para mantenerlos en el estudio y en la alimentación; incluso de las limosnas que daba por las misas a los sacerdotes necesitados; de su defensa de las niñas abandonadas, sobre todo cuando estaba en Venecia.
¿Qué lo ha guiado en el estudio de estos retratos?
Me ha guiado sobre todo esa expresión del Salmo que el hombre orante dirige a Dios: «Tu rostro, Señor, busco, no me ocultes tu rostro». El rostro de una persona lo dice todo de ella: dice su sensibilidad, sus pensamientos, sus intenciones, su historia, su alma. Así, el rostro de Pío X en estos retratos no habla sólo del personaje excelso, sino que habla del pastor, del hombre de Dios que, entre lágrimas, había asumido la carga de guía universal de la Iglesia, del discípulo fiel de Jesús, tendido hacia los demás. Habla de la necesidad que sentía de los demás, a los que quería por todos los medios levantar, ayudar con limosnas, asumiendo incluso deudas personales o con la oración.
¿Cómo se comportaba Pío X cuando le pedían un retrato? ¿Le gustaba ser retratado?
El Santo Pontífice no se negaba a los artistas, que también eran a menudo importunos y lo querían inmóvil durante horas. Él se sometía pacientemente a sus exigencias, rogándoles, sin embargo, que se dieran prisa, porque le esperaban tantos deberes al servicio de la Iglesia que no podía eludirlos. Pío X se sometió a ellas con humildad y docilidad.
El Papa Francisco ha querido hacer un prefacio a su libro. ¿Con qué espíritu acogió esta atención de su parte?
Me sentí honrado y también confuso cuando me dijeron que el Papa deseaba participar en mi esfuerzo. El Papa Francisco, para quien no lo sepa, tiene una gran devoción personal por Pío X, de la que me habló el 20 de agosto de 2013 aquí en el atrio de Santa Marta. Hablamos precisamente del cuerpo de Pío X en la Basílica y de su devoción cuando vino a Roma como arzobispo: cada vez que se detenía a rezar ante la tumba de Pío X. Y así, en el prefacio recordó precisamente este aspecto de su vínculo con Pío X, de su veneración, de las muchas pruebas que Pío X sufrió en su tiempo, pero también de la gran devoción que en Sudamérica recorrió parroquias y diócesis.
Al final del volumen, que va acompañado de una extensa bibliografía, el autor cita lo que el crítico literario Guido Bellonci escribió sobre Pío X en 1914: «Tal vez nunca la Cátedra de Pedro haya tenido en los tiempos modernos un regente más espiritualmente cercano a Aquel que la instituyó, más cercano a la fuente apostólica viva y perenne, que Pío X. (…) Ninguna vanidad, ningún interés material y mundano (…), ha encontrado indulgencia en su alma recta; y por eso la milicia se ha reducido. Pequeña es ahora, pero elegida (…). Si quisiéramos juzgar sin malicia el pontificado de Pío X, tendríamos que mirar a la Iglesia tal como era antes de él y tal como es hoy, y cuánta nueva firmeza muestra».
«¡Viva San Pío X y que viva profundamente en el corazón de la Iglesia de hoy!», dice el prefacio del libro de Bonora firmado por Francisco, subrayando la actualidad y vitalidad del pontificado del Papa Sarto incluso para nuestros días.