En un mensaje dirigido a los participantes del III Congreso Latinoamericano promovido por el CEPROME, el Pontífice exhortó a reconocer las propias debilidades para poner las fuerzas en Dios y, desde allí, privilegiar una mirada que proteja a los vulnerables y no a los poderosos.
Felipe Herrera-Espaliat
Más de 320 participantes del III Congreso Latinoamericano promovido por CEPROME escucharon la mañana de este martes 12 de marzo el mensaje que les envió el Papa Francisco y que fue leído por el cardenal Sean O’Malley, presidente de la Comisión Pontificia para la Protección de Menores. Las palabras del Pontífice ofrecieron el marco de referencia de este evento eclesial que lleva como título «Vulnerabilidad y abuso: Hacia una mirada más amplia de la prevención», y que se está desarrollando entre el 12 y el 14 de marzo en Ciudad de Panamá, Centroamérica.
En contra de los criterios de poder habituales que rigen las relaciones humanas, el Santo Padre pidió sintonizar con las fragilidades, propias e institucionales, como base para erradicar lo que él considera “la lacra de los abusos en todos los ámbitos de la sociedad”. Por eso, el Pontífice llamó a mirar con los ojos de Dios la compleja problemática de los abusos sexuales, explicando que dicha perspectiva puede ayudar a comprender más cabalmente el fenómeno de la vulnerabilidad. Es más, Francisco fue radical al afirmar que “Dios nos llama a un cambio de mentalidad absoluto sobre nuestra concepción de las relaciones privilegiando al menor, al pobre, al servidor, al ignorante, sobre el mayor, el rico, el amo, el letrado”.
El Pontífice aclaró, eso sí, que la verdadera pequeñez que se ha de abrazar es aquella a la que nos invita Jesús, la que pone su confianza en la gracia de Dios y, en consecuencia, afronta las contradicciones de la vida y ofrece una contribución al bien común. De hecho, el Papa advirtió que “ver la propia flaqueza como una excusa para dejar de ser personas cabales y cristianos enteros, incapaces de asumir el control de su destino, creará personas infantiles, resentidas”.
Humanización y madurez humana
El Santo Padre también se refirió a los enormes desafíos que asumen diariamente los participantes de este congreso llegados de 20 países, entre quienes se cuentan laicos, cardenales, obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas, profesionales de distintas disciplinas, así como responsables de oficinas para la prevención de abusos tanto a nivel de diócesis como de congregaciones religiosas. Muchos de ellos desenvuelven su labor en ámbitos sociales enfermos, carentes de presupuestos de entereza moral, “con relaciones humanas e institucionales pervertidas por el egoísmo, la desconfianza, el miedo y el engaño”, detalló el Papa.
Por eso, exhortó a los congresistas a continuar con su trabajo para acabar con las dinámicas que protegen a quienes usan sus posiciones sociales superiores para imponerse perversamente a otros, pero también les solicitó que puedan comprender por qué dichas personas no tienen la capacidad de entablar relaciones sanas ni de actuar según una recta conciencia. “Humanizar las relaciones en cualquier sociedad, también en la Iglesia, supone trabajar con denuedo para formar personas maduras, coherentes, que, firmes en su fe y en sus principios éticos, sean capaces de afrontar el mal, dando testimonio de la verdad con mayúsculas”, puntualizó Francisco.
La prevención como apostolado
El Centro de Investigación y Formación Interdisciplinar para la Protección del Menor (CEPROME) ha convocado para este III Congreso Latinoamericano a profesionales de distintas áreas que contribuyen a fortalecer una mirada experta y eclesial del drama de los abusos en la Iglesia. En esta ocasión el concepto de vulnerabilidad está al centro de la reflexión, y su comprensión se amplía para entender que los abusos también pueden ser de poder, de autoridad, de conciencia y espirituales, y que si bien no constituyen necesariamente delitos, dejan profundas heridas en las víctimas.
Esta actividad se enmarca dentro de las múltiples iniciativas impulsadas y sostenidas por el Papa Francisco tras un profundo examen de conciencia institucional respecto de los abusos y el encubrimiento ocurridos en la Iglesia, en el seno de la cual el trabajo de prevención hoy ha adquirido el nivel de un verdadero apostolado.