Hola, buenos días, hoy Lety nos lleva al Señor. Que pases un feliz día.
QUE NADA TE QUITE LA PAZ
Hay una cosa que me sucedía con frecuencia: cuando acababa de hablar por teléfono, me quitaba los cascos inalámbricos y… un día los dejaba encima de la mesa, otro día los metía en el bolsillo, al siguiente los guardaba en su funda. El resultado es que siempre los extraviaba y perdía mucho tiempo buscándolos. Esto me llevaba a perder la paz y enfadarme conmigo misma.
Hace un tiempo me detuve y dije: «No tiene sentido perder la paz todos los días por algo que puedo solucionar.» Encontré una goma de silicona, que se sujeta en el reloj, donde se podían guardar. Ahora los cascos quedan enganchados allí y no los he vuelto a perder.
En la oración reflexionaba con el Señor cómo durante el día hay pequeñas cosas que nos quitan la paz y a las que no solemos dar importancia. Algo pequeño, como solemos decir, no pasa nada. Pero varios pequeños hacen uno grande. La frase «no pasa nada» es común en nuestro vocabulario, pero en realidad sí pasa. Una falta de paz, por pequeña que sea, se acumula y vas haciendo cada vez la pelota más grande.
Cuántas veces nos pasa que no sabemos muy bien por qué estamos enfadados, pero la realidad es que lo estamos. En el Evangelio, Jesús va dando solución a todo lo que le plantean los discípulos. Lo vemos cuando sus discípulos le dicen que no tiene comida suficiente para dar de comer a la gente. Él les dice que le traigan lo que tienen y después hace el milagro de la multiplicación de los panes y los peces.
También vemos a los discípulos volver de predicar y curar enfermos, diciendo que en algunos casos no pudieron. Jesús les responde: «Estos demonios solo salen con ayuno y oración».
Jesús da importancia a todo, nada es indiferente. Todo lo que vives tiene un valor incalculable para Él. Quiere que vivas con paz y felicidad, por eso entrega Su vida por ti.
Hoy, el reto del amor es parar y ver qué te quita la paz. Cuando lo tengas detectado, pedirle luz al Señor para recobrar la paz.
VIVE DE CRISTO.