25 de Enero
«¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿La tribulación, la angustia, la persecución, el hambre, la desnudez, los peligros, la espada? Tal como está escrito: Por tu causa somos como condenados a muerte todo el día; somos considerados como ovejas del matadero. Pero en todas estas cosas somos más que vencedores por la gracia de Aquel que nos amó. Porque estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los principados, ni el presente ni el futuro, ni los poderes, ni las alturas ni las profundidades, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús, Señor nuestro. (cf Rm 8, 35-39).
El Señor es paciente, y su gracia se manifiesta de muchas maneras y en muchos lugares. Esperó a Saulo en el camino a Damasco, para cambiar su corazón y convertirlo en uno de sus más fieles apóstoles. Para hacerlo santo. Lo abrazó con su luz y su voz mientras se dirigía hacia la ciudad donde muchos cristianos se habían refugiado. Presas escondidas y temerosas a las que el Sumo Sacerdote le había autorizado descubrir y capturar.
Fariseo de nacimiento, guardián de la ortodoxia
Saulo era un judío, miembro de la secta de los fariseos, la más estricta. Por lo tanto, era natural que él, educado en la escuela de Gamaliel, interpretara la más terrible persecución de los primeros cristianos, no como una injusticia, sino como un necesario servicio tendiente a conservar íntegra la fidelidad a la observancia de la ley mosaica. Después de haber expulsado de Jerusalén a los cristianos, decidió ir a buscarlos todavía hasta Damasco, donde se habían escondido. Pero era justamente allí donde el Señor ahora esperaba «capturar» a Saulo.
Su encuentro personal con Jesús
Al caer por tierra, Saulo fue sorprendido por aquella voz misteriosa: ‘Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?’ Y él dijo: ‘¿Quién eres, Señor?’ Y Él respondió: ‘Yo soy Jesús a quien tú persigues; levántate, entra en la ciudad, y se te dirá lo que debes hacer’. El relato continúa diciendo: ‘Saulo se levantó del suelo, y aunque sus ojos estaban abiertos, no veía nada; y llevándolo por la mano, lo trajeron a Damasco. Y estuvo tres días sin ver, y no comió ni bebió’. (cf Hch 9, 4-9).
Fue el discípulo Ananías – otro santo que la Iglesia también recuerda hoy – quien le impuso las manos y le dijo: ‘Hermano Saulo, el Señor Jesús, que se te apareció en el camino por donde venías, me ha enviado para que recobres la vista y seas lleno del Espíritu Santo. Al instante cayeron de sus ojos como unas escamas, y recobró la vista; y se levantó y fue bautizado. Tomó alimentos y cobró fuerzas’. (cf Hch 9, 17-19).
Las dificultades de la evangelización de Pablo
Fue precisamente en Damasco donde Pablo comenzó a predicar a Jesús en las sinagogas, afirmando que Jesús era el Mesías y el Hijo de Dios. Luego se trasladó a Jerusalén para encontrarse con Pedro y los otros apóstoles. Pero para Pablo, al volver a su Tarso natal, su credibilidad todavìa era nula pues, por un lado no pudo superar la perplejidad de los judíos que lo consideraban un traidor y aún intentaron matarlo; por otro lado, tenía la necesidad de ganarse la credibilidad de los cristianos que lo recordaban como el terrible perseguidor. Después de Tarso, Pablo fue a Antioquía con Bernabé (cf Hch 11,22), donde ‘se reunieron con la iglesia por todo un año, y enseñaban a las multitudes. Fue en Antioquía donde a los discípulos se les llamó cristianos por primera vez’. (cf Hch 11,25-26). Pablo prosiguió su camino de evangelización haciendo muchos viajes para llevar la Palabra a todos los pueblos. Terminó su carrera dando la vida por Cristo en Roma y, de ese modo, nada ni nadie pudo ya separarlo del amor de Cristo. Pablo es por eso uno de los mas grandes evangelizadores de la historia.
https://www.vaticannews.va/es/santos/01/25/conversion-de-san-pablo–apostol.html