Por Silvia del Valle
 
El mes de octubre está dedicado al Rosario y también a las misiones. Esto como familia
nos debe llamar a ser una familia en misión permanente. 
 
A veces se nos puede hacer muy pesado porque las condiciones particulares de nuestra
familia son diversas ya sea porque tenemos hijos pequeños, porque trabajamos a tiempo
completo o porque nuestros hijos adolescentes no tienen ganas ni tiempo para
acompañarnos.
 
Lo que a veces olvidamos es que todos tenemos a mano un celular, una computadora o
una tableta; todos tenemos cuentas en una o varias redes sociales y no nos damos cuenta
de que ahí, en las redes sociales, podemos ser Misioneros Digitales.
 
Pero, ¿qué implica esto? Aquí te dejo mis 5Tips. 
 
PRIMERO. Todo comunica.
Lo que decimos y lo que no decimos, lo que compartimos y lo que comentamos, nuestro
muro o perfil es un reflejo de lo que tenemos en el corazón y de lo que somos. Por eso es
super importante tener cuidado de lo que publicamos, a lo que le damos me gusta, lo que
observamos por más tiempo y a quienes etiquetamos. 
 
En el documento Hacia una plena presencia. (Reflexión pastoral sobre la interacción en las
Redes sociales del Dicasterio para la comunicación), nos dice que es necesario no solo
estar en las redes sociales, sino que debemos pensar cómo podemos vivir en el mundo
digital (núm. 1). Y es que dependiendo de nuestra concepción será nuestra interacción. 
 
Las redes sociales son ambientes en los que las personas interactúan, comparten
experiencias y cultivan relaciones como nunca se había hecho antes. (núm. 1) Esta es la
razón por la que debemos estar dispuestos a comunicar la Buena Nueva en cada una de
las redes sociales a las que pertenecemos y dar testimonio, con nuestras publicaciones, de
nuestra fe y coherencia de vida. 
 
Debo decir que también comunicamos nuestra espiritualidad por lo que es necesario no
descuidarla y alimentarnos contantemente de la Palabra de Dios para no quedarnos vacíos
y poder nutrir nuestras comunidades con lo que publicamos y comentamos.
 
SEGUNDO. Cuidado con el individualismo. 
Es muy bueno generar contenido, pero también debemos tratar de que nuestro contenido
ayude a los demás y no solo sea satisfactorio para nosotros mismos o que contribuya a
que nuestro ego vaya creciendo. 
 

Es vital que nuestras publicaciones vayan encaminadas siempre a generar comunidades
digitales. 
 
Como dice el documento, las redes sociales desempeñan un papel decisivo como foro en
el que se configuran nuestros valores, creencias, lenguajes y supuestos de la vida
cotidiana (núm. 10), por esto debemos cooperar a que aquellos que están en búsqueda de
reafirmación en alguno de estos puntos encuentren un punto de referencia en nuestras
publicaciones. Es así como podemos dejar el yo para ir al tú, evitando caer en el
individualismo. 
 
 
TERCERO. Busquemos hacer comunidad digital. 
Es una realidad que muchas veces acudimos a las redes sociales en busca de una
sensación de pertenencia y afirmación, transformándolas en un espacio vital donde tiene
lugar la comunicación de valores y creencias fundamentales. 
 
Por eso estamos llamados a ser generadores de contenido que ayuden a conformar la
comunidad digital, co-creando y compartiendo siempre con el fin de colaborar con
nuestra comunidad. 
 
Pero ¿Cómo lograrlo? Para lograr una comunidad hace falta una vinculación, es decir, que
la gente se sienta parte de ese grupo de personas que tienen un tema en común; y esto
nos tiene que llevar forzosamente a pensar en una identidad específica que nos ayude a
coincidir. 
 
Las comunidades en línea de las redes sociales son “puntos de encuentro” configurados
por lo general en torno a los intereses que comparten “individuos interconectados”.
Quienes están presentes en las redes sociales son tratados según sus características
particulares, su origen, sus gustos y preferencias, ya que los algoritmos que operan detrás
de las plataformas de internet y de los motores de búsqueda tienden a poner en contacto
a quienes son los “mismos”, agrupándolos y atrayendo su atención para mantenerlos en
línea. (Núm. 15) Esto puede ser favorable pero también nos puede aislar y evitar ver la
realidad del mundo que nos rodea, por eso es necesario siempre tener un sentido de
comunidad, buscando salir de nuestra zona de confort, salir del yo, para ir al tú, buscar el
bien mayor para la sociedad. 
 
Y si de pronto vemos que solo tenemos contacto con unos cuantos, de nuestros contactos,
demos el primer paso y salgamos a buscar a los que nos han borrado en el camino, que no
nos permite ver cotidianamente el algoritmo. Vayamos a sus muros o perfiles y
comentemos sus publicaciones así lograremos ponerlos en nuestro panorama otra vez. 
 
CUARTO. Busquemos la comunicación asertiva.

Todos estamos llamados a comunicar la Buena Nueva a las más personas posibles, por eso
también estamos llamados a hacer presencia en las redes sociales con una comunicación
asertiva. 
 
La interacción es vital, debemos escuchar, acoger el mensaje y luego responder de forma
clara y concreta para que nuestra comunicación sea eficaz. 
Es necesario escuchar con los oídos del corazón, es decir, de forma activa para saber
cuáles son las necesidades del otro, acoger el mensaje para llevarlo al corazón y hacerlo
propio para, así, dar una respuesta que salga del corazón y que trate de llenar esas
necesidades y no solo respuestas automáticas que puede generar una máquina.
 
La clave de todo esto es que nuestra comunicación esté basada en la persona y sus
necesidades, de esta forma podremos tener una plena presencia en las rede sociales y
generar comunidades que nos ayuden a ser mejores personas, a ser creyentes mejor
formados y a transmitir testimonios de vida coherentes y creíbles, tan necesarios para
nuestros niños y jóvenes que no encuentran un sentido a sus vidas y lo buscan en las
redes sociales. 
 
Y QUINTO. Discernir nuestra presencia en las redes sociales. 
Desde la perspectiva de la fe, qué comunicar y cómo hacerlo no solo es cuestión de
práctica, sino también espiritual. Estar presente en las plataformas de redes sociales invita
al discernimiento. Comunicar bien en estos contextos es un ejercicio de prudencia, y exige
una reflexión orante acerca de cómo interactuar con los demás. Enfocar esta cuestión a
través de la lente de doctor de la Ley – ¿quién es mi prójimo? – invita al discernimiento
sobre la presencia de Dios en y a través del modo en el que nos relacionamos unos con
otros en las redes sociales (Núm. 41).
 
No debemos estar en todas las redes sociales solo porque están de moda. También aquí
es necesario el discernimiento para tomar esta decisión. 
 
Es bueno comenzar con una y, cuando tengamos control de lo que publicamos y que se
establezca la comunidad, intentar con la siguiente red social. De lo que se trata es de
poder atender las comunidades y no solo publicar como máquinas que se pueden
clasificar como spam.
 
Si verdaderamente queremos que nuestra comunicación y presencia en las redes sociales
sea eficaz y evangelizadora debemos hacer una estrategia para saber cuál es nuestro
público, cuál es el lenguaje que ellos entienden, cuáles serán los contenidos que
generaremos, cuáles los que compartiremos de páginas afines y sobre todo en qué red
social es más conveniente nuestra presencia e interacción; así lograremos tener
comunidades digitales que nos ayuden a vincularnos con las comunidades presenciales en
las parroquias, diócesis y movimientos para cumplir con el mandato de Jesús, “Vayan por
todo el mundo y prediquen el Evangelio a toda creatura” (Mc 16, 15).

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