Para los domingos XXV y XXVI del tiempo ordinario – A, que preceden a la apertura de la Asamblea sinodal, proponemos algunas intenciones para la Oración Universal:
Por la Iglesia, en vísperas de una nueva etapa del camino sinodal, para que la presencia viva y operante del Evangelio haga de ella, como de la viña de la parábola, un lugar vital en el que todos los hombres y mujeres que esperan encontrar un sentido para la vida, encuentren lugar, palabra, aliento de esperanza, oremos: Por los obispos y todos los participantes en la Asamblea sinodal, para que de la escucha del Espíritu Santo surjan propuestas, a fin de que todo el Pueblo de Dios, en una dinámica de comunión, se sienta realmente partícipe de la vida de la Iglesia y sea testimonio vivo y atractivo de la novedad del Evangelio en el mundo, oremos: Por los teólogos: que un don de sabiduría y de revelación acompañe su contribución a los trabajos del Sínodo, para que el don de la fe se haga vida en todo el Pueblo de Dios, oremos: Por los jóvenes, buscadores de verdad y de testimonio, de concreción y de espiritualidad, para que gracias al camino sinodal se sientan cada vez más implicados en la vida y en la misión de la Iglesia en medio de los desafíos del mundo de hoy, dando a muchos, con el entusiasmo propio de su edad, la esperanza que brota del encuentro con Jesús, oremos: Por nosotros aquí reunidos, en comunión con las comunidades cristianas de todo el mundo: para que, gustando la bondad del Señor que viene al encuentro de cada uno en el cuerpo y la sangre de Jesús, recibamos de Él una mirada nueva sobre el prójimo y seamos testigos de gratuidad en el mundo en que vivimos, oremos:
Esta propuesta de oración de intercesión puede utilizarse en un día de la semana, ya sea como Oración Universal en la Celebración Eucarística o como intercesión en las Vísperas. Al Espíritu Santo, Creador y Señor de la Iglesia, que la guía a través de los tiempos y mansamente la impulsa siempre hacia adelante, dirigimos nuestra súplica: R. ¡Ven, Tú que siempre haces nuevas todas las cosas! Ven, Espíritu Santo, alma de la Iglesia: reúne en la unidad y haz fructificar el esfuerzo, la esperanza, el deseo de cada uno de los que se dedican a la Asamblea del Sínodo de los Obispos, te invocamos: Ven, suave Soplo de Dios, que en Jesús reavivas la llama apagada, devuelves el vigor a la caña resquebrajada, te invocamos: Ven, Espíritu Creador, que revives los huesos marchitos, reúnes a los dispersos, pones en diálogo lenguas que no se reconocen, te invocamos: Ven, Fuego ardiente de Dios, que purifica todo pensamiento vano, quema y transforma toda tristeza en la alegría de un nuevo nacimiento, te invocamos: Ven, Belleza de los pequeños y de los pobres, edifica la bella esposa del Cordero, a través de las lágrimas de aquellos que aman la paz y tienen hambre de justicia, te invocamos: Ven, perdón de Dios, y conviértenos a tu aliento reconciliador para una nueva fraternidad, te invocamos: Ven, Sabiduría inaccesible, y llena con tus dones a los sinodales, te invocamos: Ven, infalible Esperanza de la Iglesia, y suscita sueños y deseos según el corazón de Dios, lo que al ojo humano parece imposible, te invocamos:
La siguiente bendición puede ser utilizada a discreción del sacerdote. El sacerdote mismo pronuncia la exhortación: Hermanos y hermanas, Jesús ha prometido estar presente en medio de sus discípulos, cada vez que se reúnan en su nombre. En los próximos días en Roma, Papa Francisco abrirá la primera sesión de la XVI Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos. Invocando la bendición del Señor, elevamos nuestra mente a Dios, para que en su Santo Espíritu nos fortalezca en la comunión, nos guíe a la verdad completa e ilumine continuamente a los Participantes en la Asamblea sinodal. Seguidamente se procede con el envío. El sacerdote, extendiendo los brazos, de cara al pueblo, dice: El Señor esté con ustedes. El pueblo responde: Y con su espíritu. A continuación, el diácono o, en su ausencia, el mismo sacerdote invita a los fieles con estas palabras: Inclínense para recibir la bendición. A continuación, el sacerdote, extendiendo las manos hacia el pueblo, pronuncia la bendición, a la que todos responden: Amén. Dios, nuestro Padre, que muchas veces y en diversos modos habló a nuestros padres por medio de los profetas les guíe siempre a ustedes y a toda la Iglesia en la fidelidad a su palabra y en el discernimiento de su voluntad. R. Amén. El Hijo, enviado en la plenitud de los tiempos para manifestar a todos las riquezas de la misericordia del Padre les custodie en comunión con Él y con los hermanos y hermanas. R. Amén. Que el Espíritu Santo les guíe a todos ustedes, y en particular a la Asamblea sinodal a reconocer los signos de los tiempos para que, adhiriéndose en todo a la voluntad de Dios den abundantes frutos de unidad para la vida de la Iglesia y para el anuncio del Evangelio. R. Amén. Y la bendición de Dios omnipotente, Padre, Hijo † y Espíritu Santo descienda sobre ustedes y permanezca siempre. R. Amén.