Cancún, Quintana Roo.– El día 15 de agosto, solemnidad de la asunción de la Virgen al Cielo, hemos promulgado nuestro documento postsinodal que recoge todos los acuerdos pastorales que se votaron y se tomaron como compromisos en el Asamblea Sinodal del 22 al 27 de mayo. También recoge este documento el espíritu que reinó en el Sínodo Diocesano, así como los retos, las luces y las sombras de nuestra realidad, se trata de una síntesis de un gran cúmulo de aportaciones y sugerencias de todo el pueblo de Dios bajo la inspiración del Espíritu Santo. Estamos muy agradecidos por la riqueza de aportaciones, la gran participación de miles de fieles católicos, que sueñan iluminados por el Espíritu Santo, con una Iglesia más atractiva y Sinodal, más samaritana y misericordiosa, más evangelizadora y en salida misionera.
En este Sínodo Diocesano, la gran luz, el tema de fondo y el desafío más grande, que nos dejó el Espíritu Santo es la caridad pastoral, que, creciendo en intensidad, llega a convertirse en un apasionado ardor apostólico, como le pasó a San Pablo: “Ay de mi si no predico el evangelio”(1cor.9,16). De esta forma la ardiente caridad pastoral, viene a ser el origen, el motor y la meta de nuestro caminar pastoral. Tal caridad pastoral, es un manantial con muchas vertientes: caridad teologal, caridad presbiteral, caridad social, caridad comunitaria, caridad samaritana y caridad sinodal. La luz tan clara que nos regaló el Espíritu Santo debe marcar el rumbo de todos nuestros esfuerzos pastorales.
La gran luz de la caridad pastoral que nos ha dejado el Espíritu Santo, es una llamada a la conversión pastoral, que consiste en pasar de una pastoral puramente celebrativa de sacramentos a una pastoral eminentemente evangelizadora y kerigmática; pasar de una pastoral estática y burocrática a una pastoral dinámica y misionera, de salida a las calles y a las periferias; pasar de una pastoral de masas anónimas a una pastoral de cercanía a las personas y de atención a las pequeñas comunidades. Necesitamos comunidades de discípulos misioneros que primerean, que saben adelantarse, que toman la iniciativa sin miedo, que salen al encuentro de los pobres y en busca de los alejados, que se involucran, que se abajan y achican distancias. Necesitamos evangelizadores con olor a oveja. La conversión pastoral consiste en volvernos más misioneros, para anunciar a Cristo a tiempo y a destiempo, no como quien impone una nueva obligación, sino, como quien comparte una alegría, señala un horizonte bello y ofrece un banquete deseable. La conversión pastoral es irradiar la dulce y confortadora alegría de evangelizar. Necesitamos un nuevo Pentecostés que nos libre de la fatiga y de la acomodación al ambiente. Necesitamos una fuerte conmoción del Espíritu que nos impida quedarnos en el estancamiento y la tibieza. Necesitamos la fuerza del Espíritu Santo, para poder dar siempre un testimonio de proximidad, de cercanía afectuosa, de escucha, de humildad, de servicio, de diálogo y de apertura para con todos. + Pedro Pablo Elizondo Cárdenas, L. C. Obispo de Cancún-Chetumal.