Ciudad de México.– Para sortear el resquebrajamiento de la institución familiar, hay que educar para la familia y desde la familia. Revitalizar y fortalecer a la familia por medio de la familia. El valor permanente de la familia.
Resulta imprescindible un esfuerzo cultural de parte de toda la sociedad -y muy especialmente de los grupos profamilia- que dote a los valores familiares de un nuevo vigor y significado de modo que recuperen todo el esplendor que les caracteriza intrínsecamente.
Educar en y desde la familia implica rescatar la ética familiar de las relaciones conyugales y filiares, y el concepto comunitario de “ciudadanía de la familia”, que alude a la responsabilidad civil de la familia más allá de lo individual. De tal manera, que educar para la familia querrá decir sobre todo educar para la ciudadanía de la familia.
El concepto de “ciudadanía de la familia” tiene una importancia decisiva en el debate actual sobre la familia. Este concepto implica reconocer que existen derechos-deberes inherentes a la familia; derechos que van más allá de los individuales.
Este concepto de ciudadanía de la familia no surge de un planteamiento del Estado, sino de la sociedad; es parte de un pensamiento que atribuye una prioridad a la sociedad civil respecto al Estado. Se sigue naturalmente de aquí la necesidad de abandonar el modelo asistencialista, en el que el Estado asiste u otorga derechos a la familia, ya que se trata de derechos propios.
Es necesario caminar hacia un modelo que dé un verdadero protagonismo a las mismas familias. Es indispensable el compromiso de la familia en la vida pública. Defender y promover a la familia de manera democrática y consensuada. Esto supone elaborar una nueva cultura familiar. Y la historia demuestra que las sociedades en declive han podido levantarse de nuevo sólo cuando han conseguido elaborar precisamente esta cultura familiar. Frente Nacional por la Familia. Minuto de formación F# 59