Continúa el viaje a África del secretario de Estado vaticano, quien llegó ayer a
Juba. Hoy la misa en la catedral de Malakal, llevando la cercanía del Papa
Francisco. Un pensamiento para los miles de desplazados y una oración para que
cesen las venganzas

Francesca Sabatinelli – Ciudad del Vaticano
“María Asunta al cielo es signo de consuelo y esperanza, y debemos mirarla
mientras somos peregrinos en la tierra, mientras experimentamos la acción del
mal, como la guerra actual en Ucrania, en Sudán y en tantas otras partes de
África, así como el mal de la guerra civil que sufre Sudán del Sur, un país que aún
lucha por curarse de sus heridas”
Son palabras del secretario de Estado vaticano, el cardenal Pietro Parolin,
hablando a los sudsudaneses, durante la misa celebrada hoy, día de la Asunción,
en la catedral de Malakal, en su segundo día de viaje por Sudán del Sur, tercera
visita del cardenal a este país, tras las de julio de 2022 y febrero pasado, junto al
Papa. Parolin llegó ayer a la capital, Juba, procedente de Angola, y permanecerá
en Sudán del Sur hasta el jueves 17.
 
La tragedia de los desplazados
A los presentes en la misa, entre otros a los desplazados de Malakal y a los
repatriados que huyeron del conflicto en Sudán, el cardenal les llevó la cercanía, la
oración y la bendición del Papa Francisco. Les habló del vivo recuerdo que el
Santo Padre tiene de su visita, y de cómo el Obispo de Roma lleva a este pueblo
en su corazón, con sus dificultades y heridas, sus expectativas y esperanzas.
La crisis de refugiados en Sudán del Sur sigue siendo la mayor de África, con 2,3
millones de personas que viven dispersas en países vecinos y otros 2,2 millones
de desplazados internos. El país sigue sufriendo el legado de la guerra civil, el

persistente conflicto étnico y, más recientemente, los devastadores efectos del
cambio climático, dejando a millones de personas necesitadas de asistencia.
La gran plaga de la venganza
«Aquí – dijo Parolin en su homilía – han sufrido y experimentado en primera
persona conflictos, tensiones, hambre, inseguridad, inundaciones, luchas étnicas,
luchas de poder y juegos políticos. ¿Hasta cuándo, Señor, ¿tendremos que sufrir
todos estos males? ¿Cuándo volverán la paz y la serenidad a nuestras
comunidades? Los gritos de madres, abuelas e inocentes rasgan los cielos.
¿Hasta cuándo, Señor?». El cardenal dirigió su pensamiento a los miles de
desplazados y citó la «gran plaga de la venganza» que está destruyendo las
comunidades.

Fue en Malakal donde, a principios de junio, 13 personas murieron durante un
violento enfrentamiento intercomunitario en el interior de un campo de
desplazados gestionado por la misión de Naciones Unidas en Sudán del Sur,
Unimiss. Un campo destinado a la protección de civiles, creado hace 10 años para
albergar a unas 12.000 personas y que en diciembre pasado contaba con más de
37.000.

Cuando Francisco dijo: sean semillas de esperanza
Parolin serenó a los fieles con sus palabras: el mal no tiene la última palabra y no
siempre vence. La figura de la Asunción es garante de ello ante el mundo: es
«signo de consuelo y de esperanza y hoy ilumina las tinieblas y la oscuridad de la
vida». Y la esperanza es «muy necesaria» en Malakal, como en el resto del país, en
el vecino Sudán y en todo el mundo.

También durante su homilía, Parolin recordó el encuentro del Papa con los
desplazados en Juba, cuando Francisco les pidió que fueran semillas de
esperanza, «semilla de un nuevo Sudán del Sur, semilla para el crecimiento
fecundo y floreciente de este país». La invitación del Papa fue a no «responder al
mal con más mal», a elegir la fraternidad y el perdón, a cultivar «un mañana mejor»,
a cooperar e iniciar caminos de reconciliación, con cualquiera que, aunque
diferente «por etnia y origen», sigue siendo un vecino.

Las reuniones de ayer
Ayer, en su primer día en el país, en Juba, el secretario de Estado vaticano se
había reunido con el presidente sudsudanés, Salva Kiir, y le había entregado un
mensaje del Papa. Parolin y el presidente – según informaron posteriormente
fuentes del gobierno local – habían discutido «una amplia gama de temas
relacionados con la implementación de la paz y la preparación del país para las
elecciones generales del próximo año».

Parolin había entonces «invitado al pueblo de Sudán del Sur a abrazar el espíritu
de paz y reconciliación para construir una sociedad armoniosa en el país».
También ayer, en la catedral de Santa Teresa de Juba, Parolin, junto con el
Consejo de Iglesias de Sudán del Sur, organismo que reúne a representantes
católicos, presbiterianos, pentecostales y episcopales, y después con la juventud
ecuménica y con los niños del país, había plantado árboles como gesto de paz,
con la intención de que fueran un poderoso símbolo de esperanza y unidad para
las generaciones futuras. Desde Malakal, Parolin concluirá su viaje con una visita
a la diócesis de Rumbek, en el Estado de los Lagos.

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