Los obispos de la zona sur de México, cumplimos la semana pasada nuestra Visita ad Limina Apostolorum. En esta visita a la tumbas de los Apóstoles Pedro y Pablo oramos todos juntos como sucesores de los Apóstoles por nuestras iglesias particulares encomendándolas a su intercesión. Ellos fueron las columnas de la Iglesia Pedro como cabeza del colegio apostólico y pablo como el heraldo del Evangelio entre los gentiles. Cada día de la semana pasada estuvimos concelebrando en cada una de las grandes Basílicas de Roma, para pedir ante la tumba de los Apóstoles por nuestras Diócesis, por nuestros sacerdotes, por los consagrados, los seminaristas y por nuestros fieles laicos para que el Señor nos conceda la conversión pastoral ante los grandes desafíos del mundo actual. La belleza y magnificencia de las Basílicas Romanas manifiesta la cumbre del arte clásico en todas sus expresiones. Impresiona y cautiva no solo la calidad de las obras artísticas, sino la variedad y cantidad. Todas estas elevadas expresiones de arte reflejan no sólo el talento y la genialidad de aquellos hombres que las realizaron, sino también la gran fe y amor a la Iglesia que latía en sus corazones. Amaban tanto a Dios que pusieron a su servicio generosamente su tiempo, tesoro, talento y trabajo. Su fe produjo sus frutos más esplendidos del arte religioso. En esas iglesias leemos embelesados como en una biblia toda la historia de la salvación.
La visita a los Dicasterios fue sumamente enriquecedora y aleccionadora. Fuimos pasando por cada uno de los Dicasterios de obispos, sacerdotes, consagrados, familia, etc., recibiendo orientaciones, informaciones, directrices y criterios de discernimiento para llevar adelante la iglesia particular por los caminos de la voluntad de Dios y de la conversión pastoral. Ante los cambios culturales acelerados y las nuevas ideologías contrarias a la fe, nuestra misión es custodiar, defender y fortalecer nuestra fe católica. Ante los nuevos desafíos de la nueva cultura, nuestra misión es la conversión misionera destinada a renovar la naturaleza misionera de la Iglesia. El estilo sinodal de pastoral impulsa la dimensión misionera de la Iglesia. La sinodalidad nos hace más misioneros. Ya nadie puede ser un espectador pasivo. Todos estamos llamados a colaborar aportando nuestro granito de arena. Ante las situaciones de confrontación y polarización de la sociedad debemos acordarnos del Evento Guadalupano que trae un mensaje de unión, de mestizaje, de comunión y de sinodalidad. El gran desafío y la gran misión que tenemos por delante es construir comunidad. “Quiero que se me construya mi casita sagrada para desde ahí mostrar todo el amor de mi hijo a los moradores de esta tierra”.
Lo más importante de esta visita fue el encuentro personal con el Papa Francisco. Fue una experiencia muy fuerte ver al Papa Francisco convaleciente y cansado pero haciendo un gran esfuerzo para recibir el tercer grupo de obispos de México y dialogar con nosotros por más de una hora, a pesar de que aún no le habían quitado los puntos de su última operación. Su recomendación mas fuerte e insistente fue de las cuatro cercanías: cercanía con Dios, cercanía entre nosotros los obispos, cercanía con los sacerdotes presbíteros y finalmente cercanía con los fieles laicos. Estas cuatro cercanías implican un gran compromiso de concentración para no dejarse distraer y absorber por otros elementos. Ante los cambios acelerados y radicales de la nueva cultura, es muy importante volver a las fuentes de los Santos Evangelios y de la Palabra de Dios. Frente a las propuestas ideológicas que afectan al mundo y salpican a la Iglesia hay que volver a la palabra del Evangelio y partir de la palabra del Evangelio, como le respondió Jesús al tentador: “También está escrito”. Ante las nuevas propuestas religiosas neopaganas y relativistas no nos queda otra opción que la conversión pastoral en todos los niveles. Solo con ella responderemos a las inquietudes del pueblo de Dios. Esta conversión pastoral tiene como punto de arranque un encuentro personal con Cristo vivo y se desarrolla en el crecimiento de la amistad con Cristo, la formación permanente que nos hace madurar como discípulos misioneros capaces de producir mucho fruto para el reino de Cristo. +Mons. Pedro Pablo Elizondo Cárdenas, L. C. Obispo de Cancún-Chetumal.