P. Héctor Galván L.C.

Cristo les anunció a sus apóstoles, que sería muerto en Jerusalén, pero que al tercer día
resucitaría. Tremendo anuncio que se cumplió, pero los apóstoles no entendían qué
significaba resucitar. Por eso, cuando María Magdalena les afirmó haber visto a Cristo
vivo, no le creyeron. Durante cuarenta días, Jesús se fue apareciendo a algunos, pero al
final de cuarenta días los citó a todos a un monte, que San Mateo afirmó ser un monte de
Galilea y San Lucas un monte cerca de Betania.

Ahí Cristo les pide que no se alejen de Jerusalén a la espera dl Espíritu Santo y les ordena ir
a todas partes para predicar el Evangelio, bautizar en el nombre del Padre, del Hijo y del
Espíritu Santo Y les asegura que Él estará con ellos todos los días hasta el fin del mundo.

Esa es la despedida de Cristo resucitado a sus amigos y elevándose ante su vista, una nube
lo cubrió. No lo volvieron a ver. Dos mensajes del cielo les dicen: Así como se fue, vendrá
al final de los tiempos. Entonces estos hombres que se quedan solos y no ver más a su
Maestro, se volvieron gozosos. ¿Cómo es posible que ya no ven a su Maestro y van
contentos? Humanamente deberían ir llorando, tristes. Y no ven a Jesús.

La causa de ese gozo es que Cristo se fue físicamente de su lado, pero son se fue
realmente en lo espiritual. Él les afirmó; “Yo estaré con ustedes, todos los días, hasta el fin
del mundo. Cristo subió a junto su Padre, pero sigue junto a ellos, al modo como lo posee
la Virgen María, sigue realmente presente en la Eucaristía y sacramentos de la Santa
Iglesia.

Cristo subió a sentarse en el trono con su Padre en el cielo, pero sigue muy presente tras
esa nube que le cubrió, nube que evoca la nube del Tabor, la nube que aparecía en el
desierto junto al Arca de la Alianza. Cristo vivo vive junto a todos nosotros.

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