Cancún, Quintana Roo.– Podemos pensar en las diferentes venidas del Señor, pero la más importante y definitiva venida, será el momento del encuentro final, donde el justo juez juzgará nuestras obras y decidirá nuestro destino definitivo y eterno, es el mensaje dominical de Monseñor Pedro Pablo Elizondo Cárdenas.  

Hoy más que nunca vivimos envueltos en un mundo consumista compulsivo que puede absorber toda nuestra atención y toda nuestra energía en cosas frívolas y superficiales, precisó.

Destacó que el Señor hoy nos advierte que estemos preparados para ese momento tan crucial y trascendente. También nos invita a ser muy consientes y vigilantes para no dejar que el entorno nos absorba y nos distraiga de lo que verdaderamente importa en nuestra existencia.  

Podemos pasar el tiempo pensando sólo en ¿qué vamos a comer?, ¿con que nos vamos a vestir? A quienes les falta el dinero se angustian pensando que no les alcanza; a los que les sobra dinero andan entusiasmados, cautivados y enajenados pensando que van a vestir y en que restaurante se come más rico o a que fiesta van a ir el próximo fin de semana. Vivimos en un mundo de ruido estridente continuo, con músicas, voces y gritos que nos aturden y nos enajenan, sin darnos espacios para el silencio, la reflexión y la oración, mencionó.

Hemos visto en la pandemia como se ha cumplido al pie de la letra la Palabra del Señor: “La gente comía, bebía y se casaba y cuando menos lo esperaban, sobrevino el diluvio y se los llevó a todos”, “Dos hombres que estén en el campo, uno será llevado y el otro será dejado”. 

Dijo que todos hemos experimentado la triste historia de un familiar, de un amigo o un compañero que cuando menos lo esperábamos fue tomado y el de al lado fue dejado. Todos hemos experimentado que no sabemos el día ni la hora en que vendrá el Hijo del Hombre. Después de una experiencia tan traumática y dolorosa como la pandemia, mucha gente reflexiona, se arrepintió de sus malas obras, se convirtió al Señor y viven ahora en otro tenor y en otro ritmo de vida.

En cambio, otros habiendo hecho la misma experiencia de la muerte de un ser querido, del trauma de la enfermedad, no han querido convertirse al Señor, sino que han pensado mas bien en aprovechar el tiempo de vida que les queda para comer, beber, viajar, divertirse y disfrutar de la vida que la pandemia respetó. No han querido entender el mensaje del Señor.  

San pablo nos invita a convertirnos, ahora que todavía tenemos un tramo de vida que no sabemos si sea largo o corto. “Basta ya de comilonas y borracheras, basta ya de lujurias y desenfrenos, basta ya de pleitos y envidias, y revístanse más bien de nuestro Señor Jesucristo.  

Recordó que cuando San Agustín encontró estas palabras de San Pablo a los Romanos, rompió con su vida disoluta y desordenada y se convirtió en un gran Santo. El hombre se hace Santo en la medida en que comienza a estar con Dios y desecha todo lo que es únicamente yo, para hacerse uno con la voluntad de Dios. Liberarse del yo, no es nada fácil y es una tarea de todos los días.

Revestirse de Cristo, es sumergirse totalmente en Él, hasta poder decir con San pablo: “Vivo yo, pero ya no soy yo quien vive, es Cristo quien vive en mí (Gal. 2, 20). Despertemos de nuestro letargo, tomemos conciencia viva del fin que nos espera y preparémonos para el encuentro con el Señor. Así sea, concluyó Monseñor Pedro Pablo Elizondo Cárdenas, L. C. Obispo de la Diócesis Cancún-Chetumal. 

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