P. Héctor Galván L.C
La Iglesia en este Evangelio de San Lucas nos presenta varias escenas de Jesús, algunos días antes de la Pascua judía. Primera escena Jesús en el Huerto de los Olivos, en donde descansa y sobre todo oraba a su Padre Celestial.
Segunda escena a nuestra imaginación, le vemos en el ámbito del Templo de Jerusalén sentado y rodeado de oyentes. Sentado como le corresponde a él en su catedra de Moisés. Predica Cristo en voz alta, clara, y cautivadora. Mucha gente le escucha y le reconoce como el profeta de Nazaret. Sin duda que algunos oyentes están en su contra y otros a su favor y en expectativa.
Aquí entra la tercera escena. Con gran clamor llegan los escribas y fariseos arrastrando a una mujer a la que quieren apedrear por haber sido encontrada en claro adulterio. La malicia de los acusadores pone en oposición la enseñanza de Jesús y la ley antigua de Moisés.
Cristo con gran dominio de si les escucha y se inclina a escribir en el polvo, serenándoles. Los acusadores insisten y obligan al Maestro a tomar partido de la situación. Cristo les conoce y por eso les invita a arrojar la primera piedra a quien se juzgue limpio. No niega la ley dada por Moisés, pero Jesús trae la plenitud de la ley que es el amor, el perdón y salvación. En medio de gran silencio, mientras Jesús sigue escribiendo en la tierra, los escribas y fariseos se van escurriendo, comenzando por los más viejos. En esta escena, Jesús va apuntando a la importancia de su mandado universal de la caridad. “Ama a tu prójimo como a ti mismo” Esta escena pasará a la historia como la victoria de la salvación que nos trae Jesucristo; conversión de corazón, victoria sobre el pecado, alegría del alma junto a la persona adorable y divina de Jesús, que de ahí a unos días dará la vida por los pecados de todos los hombres en toda la historia humana.
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