María Victoria Chan Cahuich 

Cancún, Quintana Roo. –  A mi familia, amigos, compañeros, políticos e integrantes de las agrupaciones religiosas, les envió cordial saludo, expresándoles mis sinceras felicitaciones, y desearles reciban la bendición de Dios Nuestro Señor este 2022 y siempre.  

En la actualidad, se ha perdido el sentido común en un mundo donde prevalece la indiferencia e incapacidad de buscar la verdad, la belleza y el bien. 

Que al iniciar este 2022, aprendamos a escuchar y observar con oídos y ojos espirituales, lo que implica estar atentos a los acontecimientos de la vida, en un mundo maltrecho, ajetreado y deteriorado por la ambición, el protagonismo, el ego. Solo ver y oír sería tanto como ser insensibles con el entorno que nos rodea, con el dolor humano, con las carencias del otro, con las manifestaciones que se nos presentan a diario. 

Mientras los políticos, no quieren saber nada de religión, ciertos sectores religiosos, no quieren saber lo que implica la política en sus vidas y deslindan lo uno de lo otro, como si éstas fueran inseparables, cuando la realidad demuestra lo contrario, pues separar política de religión es como separar el cuerpo del alma. 

Cultura, significa que el mundo, la naturaleza creada por Dios para que el hombre, tuviera uso de razón de las diversas creencias, prácticas culturales, asociadas a la libertad, como el vehículo entre el conocimiento y las nuevas formas de conciencia que permiten una estabilización en la hegemonía, reconocida como conjuntos o modos de vida y costumbres de una época o grupo social. El término alcanza muchos usos, costumbres, una gran vastedad cultural, con diferentes manifestaciones artísticas. 

Es triste que, en muchos sitios, redes sociales donde participan políticos, religiosos, no se alcance a comprender esa vastedad que abarca una variedad de manifestaciones como en la poesía, el canto, los deportes, la arquitectura, política, religión, corrientes y formas que tiene la humanidad a expresar y dar a conocer sus emociones, que hoy tratan de disociar.  

Un cielo nuevo y una tierra  

Lo conocí un 10 de febrero de 2020, durante los festejos patronales, yo daba un servicio a la comunidad, en el fraccionamiento Cielo Nuevo en Cancún. Una relación que inició durante el confinamiento sanitario a causa de la pandemia que azotara a la humanidad a partir de marzo de 2020. Una amistad convertida en amor que creció y se consolidó en la Post Pandemia. 

Entre el 10 de febrero de 2020 y 10 de febrero de 2021, nuestras conversaciones fueron virtuales, largas jornadas diurnas, vespertinas, se tornaban agotadoras al llegar el anochecer, acaloradas, extenuantes, gratificantes que terminaban en el éxtasis. 

La víspera del proceso electoral del 6 de junio de 2021, recuerdo, era sábado, nos reunimos a las 11 de la mañana, frente a la abarrotera y tienda de conveniencia en el Fraccionamiento Cielo Nuevo, e iniciar placentero recorrido, saborear un rico helado en el centro comercial, caminar por las anchas avenidas del fraccionamiento Paseos del Mar, regresar a la plaza y disfrutar de una rica pizza, hasta el momento de la despedida.  

Desde entonces durante mis noches inagotables, refrescantes, misteriosas, sueño con la refrescante lluvia del trópico, del encantador embrujo, hadas, encantamento y extasiada contemplo su virilidad, aplomo de varón protector, sediento como yo, de hogar, amor, en un cielo nuevo y una tierra nueva. 

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