Luis Alberto Silva

“¿No te he mandado que seas valiente y firme? No tengas miedo ni te acobardes, porque Yahveh tu Dios estará contigo donde quiera que vayas”. (Jos. 1, 9).

Una analogía muy ilustrativa que puede aplicarse a estos tiempos que vivimos es la del síndrome de la rana hervida, la cual presupone que si se deposita una rana en una olla con agua hirviendo, inmediatamente saltará fuera del recipiente. Sin embargo, si se coloca en agua tibia y se incrementa lentamente la temperatura y dado que las ranas pueden termo regulares, enfocará su energía en seguir en el mismo lugar hasta que sea demasiado tarde y muera hervida.

Y aunque no vivimos adversidades tan evidentes como una guerra mundial en la que estemos participando, sí hemos visto cómo lentamente han avanzado ideologías que de forma sutil van envenenando la mente, las emociones y la fe de quienes las impulsan, al mismo tiempo que afectan a toda la sociedad. Me refiero en particular a dos,  el feminismo y la ideología de género.

Aunque muchos se habrán quedado con la idea de que ambas buscaban visibilizar y empoderar a poblaciones “vulnerables”, es cada vez más evidente que no es así. El feminismo se ha alejado desde hace años de la búsqueda de derechos legítimos para enfocarse en pregonar que la maternidad es un mal del que necesitan liberarse con un supuesto “derecho” a decidir (acerca de mandar asesinar a un inocente, que además es su hijo, durante su etapa más vulnerable, en el vientre materno).

Por otra parte, vemos que la ideología de género no se detiene con el mal llamado “matrimonio igualitario”, dejan atrás la idea de “amor es amor” para pasar a exigir caprichos que se vuelven cada vez más absurdos: la adopción de niños, “educación” sexual con perspectiva de género para imponer sus ideas a los más pequeños, impulsar infancias trans, que hombres entren a competencias de belleza entre mujeres o participen en deportes contra mujeres, incluso en estas últimas Olimpiadas, uno concursó en halterofilia y otro ganó medalla de oro junto con la selección de fútbol femenil de Canadá.

Además han habido cada vez más casos donde buscan censurar a quienes pensamos diferente a ellos: han boicoteado negocios; han gestionado que maestros sean despedidos por enseñar que hay sólo dos sexos; han cerrado redes sociales de algunas personas como ha sido el caso de Agustín Laje, entre otros; han pedido la cárcel para los disidentes de dichas ideologías, recientemente de la diputada Elsa Méndez (que quedó absuelta, por cierto) y en ésta última semana, han planteado una demanda contra el Arzobispo de Yucatán, por supuesto “discurso de odio”, simplemente por predicar de acuerdo al Magisterio de la Iglesia. Y así como las personas mencionadas, las presiones y ejemplos siguen y siguen.

Una noticia reciente, del 29 de agosto 2021, es que va a presidir el Senado una funcionaria, cuyas iniciales son OSC, lo cual, no presagia nada bueno ni para el derecho a la vida, ni para la familia tradicional a nivel nacional. Lejos de afrontar esta noticia con miedo o paralizándonos, todos aquellos que somos católicos, que estamos en favor de la vida y la familia, tengamos presente que desde el bautismo, hemos sido consagrados como Profetas (además de reyes y sacerdotes), por tanto, nos toca a cada uno de nosotros anunciar la Buena Nueva y denunciar lo que atenta contra ella.

Termino ésta reflexión con dos citas bíblicas que convendría tener presente en los días que se avecinan:

 “Proclama la Palabra, insiste a tiempo y a destiempo, reprende, amenaza, exhorta con toda paciencia y doctrina. Porque vendrá un tiempo en que los hombres no soportarán la doctrina sana, sino que, arrastrados por sus propias pasiones, se harán con un montón de maestros por el prurito de oír novedades; apartarán sus oídos de la verdad y se volverán a las fábulas. Tú, en cambio, pórtate en todo con prudencia, soporta los sufrimientos, realiza la función de evangelizador, desempeña a la perfección tu ministerio”. (2 Tim. 4, 2-5).

“Bienaventurados seréis cuando os injurien, y os persigan y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en los cielos; pues de la misma manera persiguieron a los profetas anteriores a vosotros” (Mt. 5, 11-12).

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