Reflexión para el Primer Domingo de Cuaresma, Ciclo C: El mismo Espíritu que condujo a Jesús al desierto es el que quiere guiarnos en nuestra vida cotidiana. Cada tentación que enfrentamos puede ser una oportunidad para crecer en nuestra fidelidad a Dios.

Héctor López Alvarado*

Hemos iniciado el tiempo litúrgico de la Cuaresma, un tiempo de gracia y conversión, un tiempo que nos invita a adentrarnos en la experiencia de Jesús en el desierto, un lugar simbólico de prueba y de encuentro con Dios. La Cuaresma, con sus 40 días, nos hace partícipes de los 40 días que Jesús vivió en el desierto, donde fue tentado por el demonio. Este tiempo nos recuerda, además, los 40 años de peregrinación de Israel por el desierto, en busca de la tierra prometida, un tiempo en el que la fe del pueblo de Dios fue puesta a prueba, pero también en el que Dios lo acompañó y lo liberó. De igual forma, en cada Cuaresma, somos invitados a vivir una nueva oportunidad de conversión, de renovación, y de caminar junto a Cristo hacia la Pascua.

Este camino no está exento de dificultades, pues en la vida cotidiana las tentaciones, las pruebas y los desafíos son una realidad constante. Sin embargo, como pueblo de Dios, tenemos la certeza de que cada tentación superada es una razón de esperanza. Y esta es precisamente la invitación que Jesús nos hace hoy: ser peregrinos de esperanza, especialmente en este Año Jubilar, un tiempo que nos convoca a renovar nuestra confianza en Él y a seguir adelante, sabiendo que la victoria es posible, y que Él siempre camina a nuestro lado.

Clave de lectura: el Evangelio de San Lucas 4, 1-13

En el Evangelio de este primer domingo de Cuaresma, San Lucas, nos presenta la escena en la que Jesús, tras ser bautizado, es conducido por el Espíritu Santo al desierto, donde después de haber ayunado durante 40 días, fue tentado por el demonio. Cada una de estas tentaciones representa un intento del demonio para desviar a Jesús de su misión y de su obediencia al Padre. Sin embargo, Jesús no cede ante la tentación, y responde siempre con la Palabra de Dios, dejándonos ver que la verdadera fuerza está en vivir conforme a la voluntad de Dios, confiando plenamente en su amor y providencia. Este Evangelio, además de ser un testimonio de la victoria de Jesús sobre el demonio, es también un llamado a nosotros, sus discípulos, para que vivamos nuestra Cuaresma como un tiempo para renovar nuestra vida, para resistir las tentaciones y, sobre todo, para caminar como peregrinos de esperanza hacia la Pascua.

VER: La realidad de nuestras tentaciones

Cada uno de nosotros vive su propia lucha en este mundo, y las tentaciones son una realidad cotidiana. El demonio no deja de presentarnos pruebas en los momentos de debilidad, invitándonos a caer en el desánimo, en la desesperanza. Las tentaciones son diversas: el deseo desordenado de poder, de éxito, de control; la búsqueda de placeres inmediatos que nos alejan de lo esencial; la falta de confianza en la providencia divina en medio de las dificultades; el conformismo, que nos hace rendirnos ante los problemas sin esperar en el auxilio de Dios.

Hoy, en nuestro mundo vivimos tiempos de grandes desafíos: crisis sociales, políticas y económicas, violencia, división, polarización y una profunda pérdida de los valores humanos y cristianos. El mal parece tomar fuerza y, en ocasiones, podemos sentir que nuestra esperanza se desvanece. Sin embargo, la Cuaresma es un tiempo privilegiado para volver la mirada a Cristo, el único que puede darnos la verdadera esperanza.

En este contexto, es fundamental que comprendamos que las tentaciones que vivimos hoy no son distintas a las que enfrentó Jesús en su desierto. Sin embargo, a través de Él, podemos aprender a superar esas pruebas, permaneciendo fieles a la voluntad de Dios.

JUZGAR: El mensaje salvífico de Jesús

Y la Palabra de Dios, en Evangelio de este primer domingo de Cuaresma nos revela un mensaje profundamente salvífico. Jesús es el nuevo Adán, el que permanece fiel donde el primer Adán sucumbió. Él es el que vence las tentaciones del demonio, no con su poder humano, sino con la Palabra de Dios. Jesús se presenta como el verdadero Israel, aquel que, a diferencia de los israelitas que fueron infieles durante su paso por el desierto, es completamente obediente al Padre.

El Catecismo de la Iglesia Católica afirma que Jesús, al vencer al tentador (CEC 539), es decir, ha derrotado al demonio, quien había usurpado el dominio del mundo desde la caída de Adán. Su victoria sobre las tentaciones en el desierto es un anticipo de la victoria definitiva sobre el mal que alcanzará en la cruz, cuando, por medio de su Pasión, Jesús vence a la muerte y al pecado. Esta victoria es nuestra victoria, pues Él la comparte con todos aquellos que creen en Él y que siguen su camino de fidelidad al Padre.

En Jesús, vemos la respuesta definitiva a todas las tentaciones. Su fidelidad nos muestra que, a pesar de las pruebas y las adversidades, es posible mantenerse firme en la fe, apoyados en la fuerza de la Palabra de Dios. Él nos da el ejemplo, y su victoria es también nuestra esperanza.

ACTUAR: Vivir la esperanza en medio de las tentaciones

¿Cómo vivir este mensaje en nuestro día a día? La primera invitación es ser dóciles a la acción del Espíritu Santo. El mismo Espíritu que condujo a Jesús al desierto es el que quiere guiarnos en nuestra vida cotidiana. Cada tentación que enfrentamos puede ser una oportunidad para crecer en nuestra fidelidad a Dios. Cuando somos tentados, podemos resistir, apoyándonos en la oración, en la reflexión de la Palabra de Dios, en la confianza plena en la providencia de Dios.

Además, debemos aprender a mirar nuestras tentaciones a la luz de la esperanza. No hay tentación que no podamos superar con la gracia de Dios. Cada vez que superamos una tentación, crecemos en esperanza, y esa esperanza es un faro para aquellos que nos rodean. Nuestra victoria sobre el mal no solo nos beneficia a nosotros, sino que se convierte en un testimonio para los demás de que es posible vivir según la voluntad de Dios, incluso en los tiempos más difíciles.

Conclusión: Un Año Jubilar de Esperanza

Este Año Jubilar nos invita a vivir con renovada esperanza, conscientes de que estamos llamados a ser peregrinos de esperanza. La Cuaresma, como camino de conversión, nos ofrece la oportunidad de acercarnos más a Dios, de hacer frente a nuestras tentaciones con la ayuda del Espíritu Santo, y de caminar con la mirada puesta en la Pascua, donde celebramos la victoria definitiva de Cristo sobre la muerte.

Hoy, como Iglesia, caminamos juntos hacia la Pascua, sabiendo que, a través de cada tentación superada, estamos más cerca de la victoria final. En este Año Jubilar, permitamos que el Espíritu Santo guíe nuestras vidas, que nos impulse a ser portadores de esperanza en nuestro mundo. Que este tiempo de Cuaresma sea una oportunidad para renovar nuestra vida, y que cada victoria, por pequeña que sea, sea un motivo de esperanza para nosotros y para quienes nos rodean.

https://www.vaticannews.va/es/podcast/comentario-del-evangelio/2025/03/vivir-la-esperanza-en-medio-de-las-tentaciones.html

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