Salvador Aragonés – publicado el 30/12/19
Es una de las instituciones sociales no gubernamentales más grandes del mundo, y ayuda a los pobres y migrantes
En muchísimas iglesias del mundo está la imagen de San Antonio de Padua y junto a él un cepillo que lleva el nombre de “Pan de San Antonio”. ¿Qué es y para qué sirve?
La obra del Pan de San Antonio es tal vez la más antigua obra caritativa de la Iglesia católica de las que hoy existen y una de las más importantes instituciones sociales no gubernativas del mundo. Se remonta al siglo XIII, según la tradición franciscana. San Antonio de Padua fue un santo muy milagroso, ya en vida, que tuvo un amor muy grande a los pobres, que acudían a él pidiéndole comida, pan. Por eso en no pocas imágenes de San Antonio de Padua aparece con el Niño Jesús en los brazos, un libro y un panecillo, ya sea en su libro o en sus manos.
En la iglesia del convento franciscano de Araceli, en Roma, está un cuadro de Pinturicchio, anterior al 1513 (año en que falleció el artista), donde aparece San Antonio de Padua con un libro en la derecha y encima un panecillo.
El santo vivió en el siglo XIII. Fue un gran predicador y muy generoso con los pobres y los necesitados y con los que sufrían injusticias frente a los poderosos de su tiempo. Un día se presentaron ante San Antonio un grupo de pobres que no tenían para comer. Él se fue a la cocina de los frailes, cogió todo el pan y se lo dio a los pobres. Al llegar los frailes vieron que los cestos de pan estaban vacíos y pidieron a San Antonio explicaciones. El santo les dijo que miraran bien en los cestos. Fueron y estaban llenos de pan.
San Antonio de Padua vivió tan entregado a los pobres y tan lleno de sabiduría cuando predicaba, que muchos le daban por santo en vida. Tanto es así que es el santo que fue canonizado en menos tiempo: solo pasaron once meses desde su muerte (el 13 de junio de 1231) hasta su canonización (30 de mayo de 1232).
Una vez, años después de la canonización, cuenta una leyenda franciscana que, cerca de Padua, a una madre que estaba trabajando en el campo se le cayó su hijo en una cisterna. Cuando lo recobró, estaba muerto, ahogado. La madre fue corriendo ante el altar de San Antonio, pidiéndole encarecidamente que devolviera la vida a su hijo y prometió dar a los pobres una cantidad de trigo igual al peso del niño. Al final de su súplica, el niño fue reanimándose hasta volver a la normalidad.
La mujer tomó el trigo, lo amasó y distribuyó el pan entre los pobres. Por eso, al principio, la obra del Pan de San Antonio, se le llamó “Peso de los niños”, después se le llamó Pan de los Pobres y finalmente Pan de San Antonio. El día de la festividad del santo, se distribuyen entre los fieles que van a la misa panecillos en recuerdo del “Pan de San Antonio” en las iglesias dedicadas al santo.
Si bien al principio la obra de San Antonio consistía en dar pan para los pobres, después resultó más práctico dar monedas, porque el pan, si no era retirado a tiempo, podía estropearse. Las limosnas a San Antonio también sirven hoy para ayudas a las familias de los migrantes que carecen de vivienda, pago de alquileres retrasados, lucha contra el alcoholismo y la droga, aportaciones económicas para el Tercer Mundo, asilos para ancianos, centros, educación de migrantes, etc.
En el Santuario de San Antonio de Padua de Barcelona muchas son las personas que se acercan ante la imagen del santo y dan su limosna, al tiempo que piden un favor, algunas veces imposible. San Antonio hoy sigue haciendo favores a quien se acerca a él con humildad de corazón.
San Antonio tiene muchos patronazgos, pero los más importantes son: patrono de los pobres, patrono de los que buscan pareja, patrono de los celíacos y patrono de los objetos extraviados.