Konaté Hernández
Cancún, Quintana Roo.– Este Domingo, día del Señor, la Iglesia celebró la Solemnidad de Cristo Rey Soberano del Universo, Señor de la historia, de los corazones y Santo Patrono de Cancún.
Un reinado de amor, misericordia y servicio, para vivir, seguir su ejemplo y construir un mundo de paz y justicia donde Él, es el centro y reconocer como Rey.
Es para inspirar, entregar, renovar y proclamar su Reino toda la vida al grito de ¡Viva Cristo Rey, del Universo que reina en nosotros! Fuera de Él, la creatura está inmersa en la temporalidad de un inicio y un final. Cristo nos llama a ser sus testigos en el mundo, a comprometerse, hacer su voluntad y seguirlo. Su reinado solo se hará realidad a través de la oración, caridad, servicio, en la defensa de la vida y dignidad de la persona humana desde la concepción a su muerte natural. Es trabajar y construir el mundo conforme a sus planes.
La Primera Lectura corresponde al profeta Daniel (Dan 7, 13–14), que muestra la figura de un hijo de hombre que se presenta ante un anciano de quien recibe un reino que jamás será destruido. La Segunda Lectura del Apocalipsis (Ap 1, 5–8) presenta una balanza del Señorío de Jesús, como el soberano de los reyes de la Tierra, que nos amó y purificó nuestros pecados con su preciosísima Sangre. El Evangelio de San Juan (Jn 18, 33–37): muestra el diálogo con Poncio Pilatos y ofrece la oportunidad de revelar la naturaleza de la misión y afirmar la realeza, que consiste en dar testimonio de la verdad.
El sentido de celebrar la solemnidad durante el 34º domingo del tiempo ordinario es para subrayar el término temporal de la Iglesia que no radica en una fecha del calendario, sino en el hecho de que Cristo es la cabeza de todo, Rey y Señor de toda la creación, visible e invisible.
A lo largo de la historia de la Iglesia, no han sido pocas las tentaciones de asimilar el reino de Dios a los reinos humanos, pero esto demuestra un gran error, que la comunidad cristiana ha pagado caro con el descrédito, pues invariablemente los reinos humanos han llegado a la decadencia y la corrupción.
Decir que Cristo es rey no es bautizar, ni mucho menos canonizar a los gobernantes que se dicen cristianos, ni siquiera al Papa. Esto se constata en el desuso de la tiara (triple corona) desde el Papa Juan Pablo I, hasta quien la usó por última vez Paulo VI (1964).
La fe en el reinado de Cristo no contradice el ejercicio del poder político sobre los cristianos. San Pablo en su carta a Tito (3,1) pide a los cristianos ser obedientes a los gobernantes, mientras que la carta a Diogneto (s. III d.C.), corrobora esta obediencia al decir que los cristianos cargan la responsabilidad de este mundo como todos los demás, pero al mismo tiempo viven como extranjeros, que anhelan la patria eterna.
Para quienes aspiran a servir como gobernantes del pueblo, es todo un reto profesar su fe cristiana, pues el Evangelio de Jesús es radical al proponer que el mayor debe ser el servidor de todos, a ejemplo suyo: “yo estoy entre ustedes como el que sirve”.