Hola, buenos días, hoy Sión nos lleva al Señor. Que pases un feliz día.
CON FUERZA RENOVADA
En el pasillo del Noviciado hay un arbusto que me encanta, pero hay que reconocer que no estaba nada bonito: ramas torcidas, caídas, con pocas hojas… Investigando, encontré que era falta de poda.
“Bueno, pues lo podaremos”, me dije resignada: siempre me da miedo estropear las plantas por abuso de tijera…
En internet decía claramente que había que quitar todas las ramas “feas”. Total, que yo acabé con más ramas en el suelo que en el tiesto. ¡¡Aquello era un desastre!!
En fin, dicen que le he hecho un favor al arbusto… Viendo el montón de ramas y hojas eliminadas, yo tengo mis dudas, pero hay que tener fe: ciertamente la clave no está en las hojitas que lucen las ramas, ¡sino en la savia que llevan por dentro! La poda es la ayuda para redirigir esa savia, ¡y que el arbusto crezca sano y fuerte!
Del mismo modo, el Señor nos va enseñando el arte del amor. Él nos dice que “a todo el que da fruto lo poda, para que dé más fruto” (Jn 15, 2).
A todos nos encanta ver un arbusto bien formado, compacto, ¡rebosante de hojas!, o, en otras palabras, un amor que florece en mil detalles, un amor que es comunión profunda de los corazones.
Pero lo cierto es que, para llegar a eso, también es necesario ir “reconduciendo” la savia: afrontar la poda de una conversación difícil, aclarar un malentendido… Puedes sentir que “pierdes” hojas, pero, en realidad, el Resucitado está reconduciendo el amor hacia las ramas más débiles, ¡¡y florecerán en primavera con mayor esplendor!!
El Señor quiere hacer de ti un arbusto precioso, ¡porque te quiere feliz! Visto así, podemos decir con Benedicto XVI, “Cristo no te quita nada, y te lo da todo”.
Hoy el reto del amor es confiar en nuestro Jardinero. Pregúntale al Señor si tienes alguna “rama fea” en tu corazón: egoísmo, rencor… Pueden tener “hojas”, ¡pero le restan fuerza a la savia del amor! Ponlas en Sus manos, deja que las pode. Créeme, florecerás en primavera.
VIVE DE CRISTO