En la audiencia a los participantes en el tercer encuentro de “Iglesias Hospital de Campaña”, Francisco les agradeció su compromiso con los refugiados, los pobres y los sin techo, y subrayó los tres principios rectores de su acción: anunciar a Cristo con la acogida, reparar las desigualdades y sembrar esperanza

Alessandro Di Bussolo – Ciudad del Vaticano

Asistir a los vulnerables “es siempre un privilegio”, una oportunidad “para tocar la carne de Cristo”, y permite llevar el Evangelio “en el compromiso cristiano con los más necesitados”. Así lo subrayó el Papa Francisco en su audiencia a los participantes en el tercer encuentro de Iglesias Hospital de Campaña, promovido por la asociación Mensajeros de la Paz, del padre Ángel García Rodríguez. 

Reunido con ellos en el Salón del Consistorio, recordó que los tres principios para que las iglesias sean como un hospital de campaña son “anunciar a Cristo”, “reparar las desigualdades” y “sembrar esperanza”. Recordando a un sacerdote feliz de tener 1.200 fieles en misa en un barrio de 250.000, añadió: 

Tenemos que ser conscientes de que a la iglesia viene poca gente. Tenemos que ir a buscarla. 

Los pobres también anuncian a Cristo acogiendo a los migrantes

En primer lugar, en español, el Papa explicó que para anunciar a Cristo “como el que siempre camina” con los más vulnerables, dado que Él primero “se hizo pobre”, es fundamental “dar testimonio de acogida a estos hermanos y hermanas más con gestos que con palabras” e “ir a visitarlos”, para seguir “viendo en cada uno de ellos el rostro de Cristo”.  

A mí me hacen bien anécdotas de gente pobre, de la España, del sur de Italia, que anuncia a Cristo como puede en medio de una inmigración musulmana, por ejemplo. Y lo anuncia con los gestos, con la acogida, con el acompañamiento, con la promoción del migrante.

Los migrantes son los hijos que no queremos tener

Dejando a un lado el discurso preparado, Francisco insistió en la importancia de acoger a Cristo en los pobres y en los migrantes.

Subrayo lo de los migrantes porque sea en Italia que en España es una de las realidades – no quiero decir un problema – una de las realidades, ¿no? Y, por otro lado, demos gracias que vienen los migrantes porque el nivel de edad que tenemos es un poquito escandaloso. Creo que en Italia es 46 años la media de edad. No tienen hijos. Ah, eso sí, todos tienen un perrito o un gato, pero no tienen hijos. Y los migrantes vienen, y bueno, de alguna manera, son los hijos que no queremos tener. Piensen un poquito en esto.

Reparar las desigualdades entre ricos y pobres

Es necesario entonces, continuó el Pontífice, “restablecer el tejido social reparando las desigualdades”, porque “nadie puede quedarse indiferente ante el sufrimiento de los demás”.

Con el apostolado de ustedes, denuncien a la sociedad la desigualdad, a veces tan grande, entre ricos y pobres, entre patriotas y extranjeros, y no es lo que Dios quiere de la humanidad y, en justicia, estas cosas requieren ser resueltas.

Niños explotados y ancianos descartados

Saliendo aún del texto escrito, el Pontífice hizo hincapié también en las desigualdades que existen con los niños y los ancianos:

A los viejos se los descarta, se los manda a cuarteles de invierno como si nada tuvieran que aportar en este momento a la sociedad. Y piensen en los chicos, cuando los chicos se los usa para ciertos trabajos y después se los abandona. Hay chicos que se los usa para ir a recoger en los basurales cosas que puedan ser vendidas después. En un país donde hay un fruto muy delicado que se llama arándano, que para cosecharlo hace falta mucha delicadeza, usan a los chicos con hambre para cosechar el arándano y los explotan.

“Una pregunta que nos tenemos que hacer: ¿Qué pasa con los chicos? ¿qué pasa con los ancianos? Los ancianos son fuente de sabiduría, y estamos asistiendo al escándalo de guardarlos en el ropero de un geriátrico.”

Gracias por sembrar esperanza entre quienes huyen de la guerra

Por último, el Pontífice reiteró que es necesario sembrar esperanza en cada persona que acogen ya sea porque no tiene casa, porque es un refugiado, porque forma parte de una familia en estado de vulnerabilidad, porque es víctima de la guerra, o por cualquier otro motivo que lo vuelve marginado de la sociedad. 

La guerra es una cosa muy dura, muy dura. Es una realidad que mata, destruye… ocuparnos de esa gente. Una cosa que yo veo cuando vienen grupos de chicos ucranianos que están deportados acá: no sonríen. La guerra les robó la sonrisa. Por eso, todo el trabajo que hacen con los refugiados es muy importante.

Tocar en los pobres la carne de Cristo

Y recordó que el Antiguo Testamento siempre pide cuidar “de la viuda, el huérfano y el extranjero, el migrante, el que está refugiado”. “En cada persona que acogen -añadió-, en cada persona que tiene una vulnerabilidad, siembren esperanza”.

Aunque estos hermanos muchas veces vivan abrumados ante un panorama que pudiera asemejarse a un “callejón sin salida” – cuántos “callejones sin salida” encontramos hoy día, ¡cuántos! -, recuérdenles que la esperanza cristiana es más grande que cualquier situación – esto no es fácil decírselo a un herido de guerra, no es fácil, pero hay que decirlo porque la esperanza tiene su fundamento en el Señor, no en el hombre. Una cosa es el optimismo, que es bueno, pero otra cosa es la esperanza. Totalmente distinto.

La invitación final del Papa Francisco a quienes en la Iglesia están comprometidos con los más vulnerables, fue a no dejar nunca de descubrir que eso es un privilegio, “porque de ellos es el Reino de los Cielos”.

Cada vez que tenemos la ocasión de acercarnos a ellos, brindarles nuestra ayuda, es la oportunidad que tenemos de tocar la carne de Cristo, porque llevar el Evangelio no es una cosa abstracta, una ideología, que se reduce a un adoctrinamiento. No, la cosa no va por ahí, sino que llevar el Evangelio se hace concreto ahí, en el compromiso cristiano con los más necesitados; y ahí está la verdadera evangelización.

Incluso los ateos pueden servir a Jesús en los pobres

Continuar, fue su exhortación final, contagiando esperanza, misericordia y amor a otras personas para que, “convencidas ellas también de esta verdad, puedan sumarse a colaborar en el servicio de los más pobres”. Para aclarar aún más lo que quiso decir, el Papa añadió:

“Ah, Padre, ¿entonces los tenemos que bautizar antes que vengan a colaborar al servicio de los más pobres o los que tenemos que mandar a confesarse para que estén en gracia de Dios?” No, cualquiera: ateo, no ateo, cualquiera, de esta religión o de la otra. Servir, y servir a los más pobres. Entre los más pobres está Jesús. Están sirviendo a Jesús, aunque no crean en Él. Todos, todos, todos, todos metidos en la bolsa del servicio, todos metidos en el compromiso por los demás.

III de las “Iglesias Hospitales de Campaña”

El tercer encuentro de las “Iglesias Hospitales de Campaña” comenzó este domingo en Roma, en la Casa San Juan de Ávila, reuniendo a unas cincuenta personas de diferentes asociaciones de España (Madrid y Barcelona), Italia, Jordania, México y Argentina. El tema es “La Iglesia sinodal y los hospitales de campaña de las Iglesias al servicio de la humanidad”. Los otros encuentros se organizaron en Madrid y Barcelona. Entre los primeros promotores se encuentra la Asociación Mensajeros de la Paz, fundada por el Padre Ángel García Rodríguez (hoy 87 años) en 1962, una organización no gubernamental internacional, con sede en Madrid (España), que trabaja en más de 50 países a favor de la promoción humana y social de los grupos más desfavorecidos de la sociedad, adaptándose a las diferentes realidades sociales.

https://www.vaticannews.va/es/papa/news/2024-11/papa-sembrar-esperanza-entre-refugiados-migrantes-victimas-guerr.html

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