Hola, buenos días, hoy Israel nos lleva al Señor. Que pases un feliz día.
¿QUÉ HE DE HACER?
Ayer, durante un rato de descanso, aproveché para salir a caminar un rato por la huerta. Cuando el camino llega hasta la tapia del fondo, se bifurca en dos direcciones completamente opuestas: hacia arriba o hacia abajo.
Me hizo gracia porque, la mayoría de las veces, todas elegimos bajar la cuesta. ¡Pero la pendiente que se baja, luego también hay que subirla!
Aquello me recordó en el corazón algo de lo que nuestro predicador nos estuvo hablando: aprender a elegir. Y es que la vida nos plantea siempre esta misma disyuntiva ante la que tenemos que elegir: subir o bajar, hacer esto o lo otro… Y, según la elección que hacemos, se va construyendo nuestra vida.
A veces estamos tan indecisos que preferimos no decidirnos, pero en realidad eso es siempre optar por bajar, solo que no lo elegimos nosotros, sino que simplemente nos dejamos llevar.
Nuestra confianza está en que, escojamos bien o no, el Señor nunca nos abandonará, como dice el salmo: “Si escalo el cielo, allí estás Tú; si me acuesto en el abismo, allí te encuentro…” Su mano poderosa siempre va a estar ahí para reconducirnos, para salvarnos, para guiarnos, para atraernos hacia Su Amor. Porque Su Amor es la atracción para escoger libremente “el camino de subida”.
Él está aquí, hoy mismo, ante ti, ante ese camino que se bifurca ante tus ojos, atrayéndote hacia “lo más”, hacia Su Amor, hacia el cielo. Porque el cielo lo podemos experimentar y vivir ya en la tierra, pero es un regalo, y para disfrutarlo necesito acogerlo en mi vida.
Uno mismo conoce bien el planteamiento que tiene entre manos. Toda decisión es importante, porque toda decisión construye mi vida y la dirige hacia un fin.
Hoy, el reto del amor es tomar mi decisión con la mirada puesta en el Señor. Él nos da la gracia para escoger y la fuerza para emprender ese camino. Él nos asegura Su presencia. Y, si aún estás indeciso, descansa a Sus pies hasta que Él esclarezca tu corazón con Su Luz.
VIVE DE CRISTO