24 de Septiembre

Pacífico de San Severino, al siglo Carlo Antonio Divini, fue un fraile menor observante italiano. Beatificado por Pio V en el 1786, fue proclamado san por papa Gregorio XVI en el 1839.

Fue hijo de Antonio Maria Divini y Mariangela Bruni y nació en el 1653 a San Severino de Las Marcas, en provincia de Macerata. Sus padres lo dejaron huérfano poco después de haber recibido la confirmación.

Sólo tuvo cuatro años y por la sobrevenida dificultad económica de su noble familia, fue confiado a su tío materno, arcidiacono de la catedral. Y, por lo tanto, como certifican varias biografías, una infancia solitaria y meditativa, doblada a la intransigente figura del tío, recalcada por frecuentes visitas de concentración a las iglesias de la ciudad y a los «sagrados altarini» que se construyó en casa.

Sobre consejo de los menores practicantes reformados del convento sanseverinate de S. Maria de las Gracias, que conocian su asiduidad a la misa, a la doctrina cristiana y a las prácticas de caridad, fue mandado al convento del orden de Forano (en Attigliano, lugar histórico del francescanesimo) dónde puso por primera vez el vestido franciscano a los diecisiete años, en el diciembre de 1670, y asumió el nombre de fraile Pacífico.

Ordenado como sacerdote el 4 de junio de 1678, fue lector de filosofía (1680 -1683) para los jóvenes aspirantes al sacerdocio de su Orden.

Sucesivamente por 6 años giró por las Marcas, poniéndose famoso como confesor y predicador de la palabra simple y apostólica, fraile ejemplar por sus virtudes de obediencia, celo, mansedumbre, observante del silencio y de los ayunos, penitente y esquivo en los modos, fervoroso en las oraciones.

Pero San Pacífico fue dotado por Dios de otras dotes excepcionales: espíritu profético, visiones y éxtasis, capacidad de cumplir en nombre de Dios milagros, entre los que la previsión del terremoto del 1703 y la victoria de Carlo VI sobre los turcos en el 1717.

Luego empezó a ser atormentado por enfermedades que fueron cada vez más empeorando, pero afrontó cristianamente con perfecto regocijo y paciencia por 29 años, dedicándose a la vida contemplativa.

A pesar de la ceguera, la sordera y una llaga incurable, fue sido fraile guarda de su comunidad de Santa Maria de las Gracias a San Severino.

En el septiembre de 1705, volvió como en el convento de San Severino como simple fraile, en pésimas condiciones físicas que le impidieron en el tiempo de celebrar, de confesar y participar en la vida común.

Murió en su pequeña celda el 24 de septiembre de 1721 y una gran muchedumbre de fieles acudieron para honrar sus restos, custodiados en el Santuario a él titulado, que se yergue junto a este convento franciscano

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