Hola, buenos días, hoy Sión nos lleva al Señor. Que pases un feliz día.
REFLEXIONES EN EL PASILLO
Para llegar a mi celda, tengo que cruzar un pasillo que es simplemente larguísimo. Tal vez pienses que estoy exagerando, pero el monasterio es muy grande, ¡y las distancias son considerables! Cuando llego a él, no puedo evitar sentirme en plena peregrinación, ¡solo me falta el bastón y la mochila!
Tanto es así, que, pasillo arriba, pasillo abajo, ¡da para pensar mucho!
En efecto, dando vueltas sobre mi peculiar “travesía”, caí en la cuenta de que, en una peregrinación, la meta es importante, nos motiva a avanzar… sin embargo, es el camino el que nos prepara para llegar, el que nos transforma.
Para nosotros, los cristianos, ese camino es al mismo tiempo una Persona que nos acompaña, que nos tiende la mano. En efecto, Jesús nos dice: “Yo soy el camino” (Jn 14, 6).
¡¡Qué diferente se vuelve avanzar cuando vas acompañado por un Amigo!! Quizá no sepas las curvas y cuestas que tendrás que afrontar, pero puedes caminar siempre con una sonrisa, porque sabes que el Resucitado camina a tu lado, ¡y Él te sostendrá!
Nuestra peregrinación abraza toda nuestra vida. No se mide en kilómetros… sino en el amor del corazón. Si Jesús es el camino… ¡avanzar, en realidad, es crecer en amistad, amarle más!
Así, cada día, veo mi pasillo como mi momento de “oración en movimiento”, esa en la que le pido… ¡caminar cada día más cerca de Él, siguiendo en todo Sus pasos!
Hoy el reto del amor es hacer oración “con los pies”. Te invito a que, en algún momento que tengas que caminar (por la calle, en un pasillo…) le pidas al Señor hacer de tu vida un “caminar a Su lado”.
VIVE DE CRISTO