Por Norma del Socorro Álvarez Ledesma

Desde hace algunas décadas, junio se transformó en el mes del Orgullo, que, en nombre de la tolerancia, se apoderó, en poco tiempo, de paseos, edificios, instituciones y comercios hacia donde veamos, durante varios días, ondear la bandera en la cual el arcoíris es insuficiente para abarcar una diversidad que se amplía a fin de satisfacer los más inimaginables y oscuros deseos.

Desafortunadamente, dicha ideología no sólo secuestró las calles, sino que, se apoderó de incontables cuerpos y ha seducido no pocas mentes, logrando una rápida y dramática transformación social. Pues, en nombre del pluralismo y la inclusión, conductas que hasta hace algunas décadas se consideraban gravemente inmorales, o al menos pertenecían al ámbito privado, han conseguido, con el apoyo de medios de entretenimiento y comunicación, organismos internacionales, partidos políticos, líderes y celebridades, ser reconocidas como buenas y normales al punto de estar actualmente protegidas por la ley.

Así, bajo el lema Amor es amor se ha logrado que gran parte de la sociedad confunda el verdadero amor con la atracción física, así como con sentimientos subjetivos y volubles. Por eso, aun cuando la extravagancia, la vulgaridad y la sordidez que caracteriza a las llamadas marchas del orgullo causan el rechazo de muchos, las parejas formadas por dos hombres o dos mujeres son ampliamente aceptadas en la sociedad, incluso entre los conservadores. De hecho, la mayoría de los políticos de “derecha” apoyan públicamente el mal llamado matrimonio igualitario, el cual concede a las parejas del mismo sexo varios “derechos” que por naturaleza no poseen, como el de tener hijos. 

De esta manera, muchos políticos que atacan valientemente a la perversa ideología de género promueven, al mismo tiempo, las familias homosexuales de perfil “conservador”, menoscabando así gravemente el pilar más importante de la sociedad: la familia natural, constituida por la unión estable de un hombre y una mujer, junto con sus hijos. Amén de exponer a innumerables menores a un estilo de vida antinatural y nocivo para el cuerpo, la mente y el alma.

La ideología que ha hecho del vicio del orgullo su bandera ofende gravemente a Dios y va en contra del bien auténtico de la persona humana. A los “convencidos” los hunde en el pecado, y a muchas personas que, sin culpa de su parte y no pocas veces debido a abusos en su niñez y/o adolescencia, sienten una indeseada atracción hacia personas del mismo sexo, los deja solos y vulnerables ante las mentiras y engaños de dicha ideología, ya que incita a las personas a acceder a sus deseos, inclinaciones y pasiones sin importar cuán desordenados, antinaturales y nocivos puedan ser, al tiempo que rechaza ferozmente la libertad que otorga el vivir en castidad y pureza.

Desafortunadamente, parte de la sociedad ha elegido exaltar el vicio, el pecado, las pasiones, perseguir y silenciar la verdad y a quien osa proclamarla. De ahí que muchos grupos relacionados con la ideología del abecedario, ataquen ferozmente a asociaciones que, como Courage, tienen el objetivo de ayudar a personas que experimentan una indeseada atracción hacia el mismo sexo a conocer y a practicar las enseñanzas de la Iglesia sobre la sexualidad humana. A fin de que, con la gracia de Dios, decidan tomar el camino de la virtud y la santidad, al cual todos estamos llamados.

Lamentablemente, la presión social, aunada al abierto apoyo de unos cuantos prelados y a la ambigüedad y tibieza disfrazada de prudencia, de algunos otros, han contribuido a que varias conductas inmorales estén ganando aprobación, aun entre varios “católicos” que, por ignorancia o falsa compasión han claudicado ante el mundo y sus mentiras, aceptando el pecado y negando con ello al pecador la compasión y la caridad cristiana que tanto necesita. Se olvida que la aceptación de conductas que acarrean la destrucción física y espiritual, lejos de ser un acto misericordioso y compasivo, es cruel e inhumano. No podemos enmascarar de tolerancia e inclusión lo que es indiferencia y desprecio por la salvación del alma del prójimo y la de uno mismo.

San Agustín nos recuerda que “el amor al pecador debe estar siempre unido al odio a su pecado”. Esto significa que debemos amar a los pecadores por caridad, esto es, por amor a Dios, pero debemos rechazar y aborrecer su pecado; primero, porque ofende a Dios y segundo porque hiere mortalmente al hombre, lo hunde en la miseria y le arrebata la verdadera felicidad.

Por eso, en este mes en el cual el orgullo luciferino incita al hombre a rebelarse contra Dios, reavivemos la devoción al Sagrado Corazón de Jesús, traspasado por nuestros pecados y para nuestra salvación, y el cual es olvidado, desdeñado y constantemente agraviado. 

Recordemos que junio es el mes consagrado al “Corazón que ha amado a los hombres con tanto extremo que no ha perdonado desvelos, hasta agotarse y consumirse por testificarles amor, y por toda correspondencia solo recibe de la mayor parte de ellos ingratitudes, significadas en los menosprecios, desacatos, sacrilegios y frialdades con que me tratan en este Sacramento de amor» (Nuestro Señor a Santa Margarita María Alacoque).

Durante este mes y todos los días de nuestra vida acudamos al Sagrado Corazón de Jesús, que es la fuente y el océano infinito de misericordia. Que nuestra devoción por Él transforme nuestro corazón de piedra en un corazón puro, manso y humilde y así reemplacemos, el peor y más dañino de todos los vicios, el orgullo, por la más grande de todas las virtudes, la caridad.

«Haced las cosas todas en el amor y para el amor, porque el amor da mérito y realce a todas» (Santa Margarita María de Alacoque). https://www.religionenlibertad.com/opinion/250602/rescatemos-junio_112527.html

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