12 Mucho tengo todavía que deciros, pero ahora no podéis con ello.
13 Cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad completa; pues no hablará por su cuenta, sino que hablará lo que oiga, y os anunciará lo que ha de venir.
14 El me dará gloria, porque recibirá de lo mío y os lo anunciará a vosotros.
15 Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso he dicho: Recibirá de lo mío y os lo anunciará a vosotros. (Jn. 16, 12-15)
“Yo soy el Camino y la Verdad y la Vida”. Sí, Jesús es todo esto de una manera que no podemos alcanzar. No es que Jesús esté en la verdad del Padre; y no es que nos hable palabras de verdad, de vida eterna. ¡No, es que ÉI es la Verdad y de la abundancia de su Ser habla su boca!. Y esta grandeza del ser de Jesús la recibieron plenamente los discípulos cuando el Espíritu Santo descendió desde el Cielo en forma de paloma el día de Pentecostés. Él los revistió de una fuerza sobrenatural para llevar la Palabra de Jesús hasta los confines del mundo.
El Padre y el Hijo, la Palabra y el Espíritu Santo, están siempre de acuerdo, por esto, el Hijo, glorifica al Padre con su obediencia, siendo la Verdad de la Trinidad. Y el Espíritu Santo glorifica al Hijo tomando todo lo que oye de ÉI y manifestando al mundo lo que está por venir, es decir, los designios de salvación sobre toda la humanidad.
Estos intercambios sagrados entre las Tres Divinas Personas en la Trinidad, son una verdadera borrachera de divinidad que Dios ha querido que oigamos, que nos adentremos en ella, que respiremos su mismo aliento. ¡Ya sabemos que es todo un Misterio impenetrable, pero Dios ha querido, a través de Jesús, darnos a conocer que existe y que a esto estamos llamados después de esta vida!. “Ahora vemos como en un espejo confusamente, después veremos cara a cara”. Se nos desvelará aquello que ahora no podemos comprender ni abarcar. Entonces sentiremos que todo en nuestra vida y la gloria que le dimos a Dios, aún sin saberlo, es también nuestra gloria y el gozo eterno redundará en nuestra alma y también en todo nuestro cuerpo que se transformará en cuerpo glorificado, en comunión con el Cuerpo Divino de Jesús. ¡Y ésta será nuestra gloria!
¡Señor, danos un corazón muy abierto a tu escucha y en esperanza de bienes tan subidos que “ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni el hombre puede pensar lo que Dios ha preparado para los que lo aman, y Dios nos la ha revelado por el Espíritu y el Espíritu lo sondea todo, hasta lo profundo de Dios”! ¡Él lo tiene todo, por eso nos lo puede dar sin medida! Y Dios no es tacaño ni calculador a la hora de dar, de darse. ¿No nos ha entregado lo más en su Hijo, el Verbo Divino, Jesús, que encierra en Sí toda la divinidad?. Se entrega así y nos entrega lo que rebosa de su ser que son sus dones y sus gracias…
Nuestros sentidos, tan ansiosos de oír, de ver, de palpar, quedarán colmados con las cosas del Cielo que superan nuestros deseos y expectativas y entonces “Dios lo será Todo en todos” y nada quedará fuera de su dominio y de su Amor.
¡Señor Jesús, ven a nosotros como la Verdad! ¡Tú eres la plena Verdad que todos deseamos, aunque muchas veces no lo sepamos o no sabemos formularlo! ¡Ven a cada uno como “Camino, Verdad y Vida” y viviremos este tiempo de espera con un gozo reprimido de lo que eres y de lo que quieres ser en nosotros! ¡Ven, Ven, Señor Jesús! ¡Amén! ¡Amén!