“Hermanos, hermanas…
Les hablo, especialmente a ustedes que ya no creen, que ya no esperan, que ya no rezan, porque piensan que Dios se ha ido.
A ustedes que están hartos de los escándalos, del poder mal usado, del silencio de una Iglesia que a veces parece más un palacio que un hogar.
Yo también me enojé con Dios.
Yo también vi morir a personas buenas, sufrir a niños, llorar a abuelos sin medicinas.
Y sí… hubo días en los que recé y solo escuché un eco.
Pero entonces descubrí algo:
Dios no grita. Dios susurra.
Y a veces susurra desde el lodo, desde el dolor, desde una abuela que te alimenta sin tener nada.
No vengo a ofrecerles una fe perfecta.
Vengo a decirles que la fe es un caminar entre piedras, charcos y abrazos inesperados.
No les pido que crean en todo.
Les pido que no cierren la puerta. Que le den una oportunidad al Dios que los espera sin juzgar.
Yo soy solo un sacerdote que vio a Dios en la sonrisa de una mujer que perdió a su hijo… y aun así cocinó para los demás.
Eso me cambió.
Así que si estás roto, si no crees, si estás cansado de las mentiras…
ven igual. Con tu enojo, tus dudas, tu mochila sucia.
Aquí nadie te pedirá una tarjeta VIP.
Porque esta Iglesia, mientras yo respire, será un hogar para los sin hogar, y un descanso para los cansados.
Dios no necesita soldados.
Necesita hermanos.
Y tú, sí, tú…
eres uno de ellos.”
Robert Prevost (León XIV)